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Actualizado: 4 de junio de 2025
Por entonces era asistente de Sevilla D. Diego de Merlo, y como este buen señor era fervoroso devoto de las órdenes religiosas, se dispuso con todo el peso de su autoridad, á proteger á los inquisidores, tomándoles en mayor afecto y prestándose á ayudarlos cuanto pudiese en sus diligencias.
Vino D. Alonso á los ecos del tumulto, y viendo que los refugiados no querian abrir las puertas de la iglesia, solicitó que la turba popular las quebrantase. Rehusaron los tumultuados cometer semejante sacrilegio, pero D. Alonso mandó llamar á setenta de sus esclavos que las hicieron pedazos, sacando á Merlo, á quien envió el magnate á su castillo de Aguilar.
Noticioso Merlo de lo que sucedia á su alcalde, clamando «favor al rey y á la justicia,» se metió con algunos ministros en el tumulto; pero concurrió tanta gente en defensa de los reos, que para salvar la vida tuvo que refugiarse en S. Lorenzo cerrando las puertas.
La reina noticiosa del caso, disimuló prudente, y se contentó con hacer que D. Alonso pusiese á Merlo en libertad; pero ya el altivo señor no volvió á predominar en Córdoba. Estos hechos, aunque estraños á la historia de la catedral, son interesantes como complemento de las memorias de los años 1465 y siguientes.
Libro Tercero: Capítulo III: En que prosigue la misma materia, hasta dar con todos en la cárcel. Entró Merlo Díaz, hecha la pretina una sarta de búcaros y vidros, los cuales, pidiendo de beber en los tornos de las monjas, había agarrado con poco temor de Dios.
A las cinco de la mañana seguimos á Buenos Aires, hasta que paramos en la Capilla de Merlo, habiendo caminado 14 leguas. Dia 23. A las cuatro de la mañana seguimos á la ciudad por el rumbo del ENE, donde llegamos á las once, habiendo caminado 7 leguas. NOTA. Los rumbos, de que se habla de este diario, son corregidos de 15 hasta 18 grados de variacion NE. Las leguas son marítimas ó de 20 en grado.
Pero... ¿adónde ir?... ¿Cómo empezar?». Los caballeros aventureros con existencia real conocidos de las gentes, el valiente Juan de Merlo, rompedor de lanzas en la corte de Borgoña, o los peleadores del «paso honroso» con Suero de Quiñones, habían vagado de corte en corte sin mayores hazañas que los torneos. ¿A qué parte del mundo caían las ínsulas y tierras de encantamiento para los hombres ansiosos de maravillosas aventuras?...
El marqués de Tarifa de vuelta de su viaje á Jerusalén, al comenzar las obras de su palacio, llamado vulgarmente casa de Pilato, estableció un Vía-Crucis que, partiendo del edificio, terminaba en el monumento de la Cruz del Campo, que en el siglo XV alzó el Asistente don Diego de Merlo.
Al saber estos daños y alborotos, mandó la reina á Córdoba por corregidor á Diego de Merlo para que apaciguase á aquellos señores y solicitase de D. Alonso la satisfaccion de sus agravios. Consiguió con su buen carácter y mejor maña que este le entregase á Montarque por prenda, hasta satisfacer al conde de Cabra, y luego empezó á castigar á los delincuentes.
Dimos, principio á la marcha, y á las dos leguas escasas llegamos á la capilla que llaman el Oratorio de Merlo, en el que nos detuvimos. Proseguimos hasta llegar á Buenos Aires con el último rumbo, donde entregamos el presente diario, el 31 de Julio de 1796. PEDRO ANTONIO CERVI
Palabra del Dia
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