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Esta medida, como era natural, mantuvo y sobreescitó la general inquietud, ocasionando motines y alborotos que el capitan general tuvo que castigar con mano fuerte. El ayuntamiento le instaba á que constituyese una junta como las de la metrópoli, algunos dias antes de la llegada de un comisionado mandado por la junta de Sevilla.

Y el Morenito, pasándose al lado suyo con un repentino cambio de humor, repetía todas sus palabras, apoyándolas con la autoridad de su braveza. Lo que dijese aquel caballero, paisano suyo, era la verdad. No más llantos ni alborotos; el enfermo estaba mejor, ya que don Carmelo lo afirmaba. Debían irse abajo a dormir.

Los días de recorrer la estación, acudían allí gran número de frailes franciscanos, que eran como los encargados de regular la procesión, y el cordón de gente serpenteaba á lo largo del camino, produciéndose más de una vez bullicio y alborotos, que turbaban la grave seriedad del piadoso ejercicio.

Dos años después de la llegada de las augustas personas, promoviéronse en Teruel algunos alborotos con motivo del establecimiento de la inquisición, en los que peligró la vida del Inquisidor Juan de Solivella: el 7 de Enero de 1486 se celebró un auto de fe, del que hablaremos mas adelante. Capítulo V. Comunidad de Teruel. Teruel en 1591 y 1592.

El tío Frasquito le escuchaba atento y boquiabierto, creyendo ver apuntar en el corazón apasionado de Malek-Adhel aquellos alborotos misteriosos que trocaron los de Rancés y Mañara... Mas de repente, dejando Jacobo el tono sentimental de su perorata, preguntóle en prosa llana dónde andaba a la sazón su mujer Elvira.

Mientras que el apacible D. José se quedaba en casa estudiando, ó iba al convento á ayudar á misa, ó empleaba su tiempo en otras tareas tranquilas, D. Fadrique solía escaparse y promover mil alborotos en el pueblo. Como segundón de la casa, D. Fadrique estaba condenado á vestirse de lo que se quedaba estrecho ó corto para su hermano, el cual, á su vez, solía vestirse de los desechos de su padre.

El tabernero, que en realidad era un hombre pacífico, viendo que le cerraban la puerta y le impedían ir á cubrirse de gloria en las calles, se bebió lo mejor de su comercio, y sin hacer alborotos, porque también eran pacíficas las monas que cogía, se tendió en el banco y empezó á roncar de tal modo, que parecía su voz una burla durmiente del ronquido popular que sonaba en las calles.

La primera: que hombres de espíritu tan levantado y de pensamientos tan grandes desean siempre novedades y las buscan y causan, porque solo con el medio de nuevos movimientos suelen conseguir los intentos, abriendo camino con las armas de su industria y trazas en que los hemos visto tan bien ejercitados, porque á un príncipe que desee y ame la paz y conservacion de su estado, no solamente estos padres no le pueden ser de provecho para este fin, antes de daño, causando alborotos, y poniéndole en compromiso su estado, si teniéndolos en él no los favorece, ó si favoreciéndoles se gobierna por sus consejos.

5 en azotes, en cárceles, en alborotos, en trabajos, en vigilias, en ayunos; 9 como ignorados, pero conocidos; como muriendo, mas he aquí vivimos; como castigados, pero no mortificados; 10 como doloridos, mas siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como los que no tienen nada, mas que lo poseen todo.

Fundados en esta su práctica de estado, pretenden que pueden favorecer á cualquiera que ellos quisieren y destruir al que les pareciere; y sirviéndose de una cubierta ó capa de religion para ser creidos, consiguen muchas veces su intento: y proponiendo ellos un sugeto á un principe, no hacen eleccion del mas benemérito, antes mas de ordinario se oponen al que lo es cuando conocen que no es su principal confidente, y así proponen siempre personas que son á propósito para sus intereses, sin reparar si el tal es afecto al principe, si benemérito ó capaz para dar buena cuenta y satisfaccion del oficio ó cargo que les dan, de que nacen casi siempre inquietudes en el príncipe, y alborotos y disgustos en el pueblo.