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Actualizado: 9 de julio de 2025
Cuando el poeta, conducido en alto por un grupo de jóvenes, fué depositado en el gran balcón del Palacio Municipal, extendió sus manos augustas sobre la plaza negra de muchedumbre y rompió á hablar como en sus mejores tiempos. Pasarán varias generaciones antes que se extinga en el país el recuerdo de este discurso.
Hijo mio, yo no he hablado de castigo y si de perdon y de penitencia: vos sois quien debe escoger; nuestros dogmas y nuestra fe me han dado el poder de dirigir a los pecadores por la senda de la esperanza y de la virtud, y dejo al cielo el derecho de castigar: "La venganza pertenece a mi solo," ha dicho el Senor, y es con humildad como su siervo repite estas augustas palabras.
Dos años después de la llegada de las augustas personas, promoviéronse en Teruel algunos alborotos con motivo del establecimiento de la inquisición, en los que peligró la vida del Inquisidor Juan de Solivella: el 7 de Enero de 1486 se celebró un auto de fe, del que hablaremos mas adelante. Capítulo V. Comunidad de Teruel. Teruel en 1591 y 1592.
El Magistral veía a sus pies el barrio linajudo compuesto de caserones con ínfulas de palacios; conventos grandes como pueblos; y tugurios, donde se amontonaba la plebe vetustense, demasiado pobre para poder habitar las barriadas nuevas allá abajo, en el Campo del sol, al Sudeste, donde la Fábrica Vieja levantaba sus augustas chimeneas, en rededor de las cuales un pueblo de obreros había surgido.
Oid, que del poeta Las voces son augustas, Ya entonen la agonía O el cántico triunfal A su eco se levantan Los pueblos oprimidos, Y en pechos maldecidos Esconden el puñal. A su eco se alza el pueblo Rompiendo sus cadenas, Con brazos vigorosos Mas duros que el metal, Y si en la dura lucha Dan vuelta las espaldas, Vuelven, si dá la lira De alarma la señal.
En estos trastornos que desolan la creación, hay un bálsamo para las heridas del corazón, porque nuestras aflicciones son absorbidas por aflicciones tan augustas, y nuestra compasión se ve obligada a repartirse entre otras almas. A veces, por ejemplo, me identifico con esa naturaleza doliente y la abrazo entera a mi piedad.
Despues de tantos siglos en que el castillo de la ALJAFERIA dejando de ser mansion real, no habia presenciado por lo comun mas que lágrimas y pesares, llegó la tarde del 27 de julio último, en que S. M. Doña Isabel II y sus Augustas Madre y Hermana se dejaron ver en aquel recinto, para tributar un homenage respetuoso á la morada de sus antecesores: y digo, homenage, porque hasta los Reyes presentes tienen que tributarlo á la memoria de los que les precedieron en el mando.
No fué con una cuerda al cuello, según el uso musulmán, ni con veneno en una copa de vino de Siracusa a la manera italiana del Renacimiento, ni con ninguno de esos métodos clásicos que en la historia de las Monarquías han recibido consagraciones augustas, con el puñal como Juan II, o con la clava como Carlos IX. Había eliminado a un sér humano desde lejos con una campanilla.
Este don de su amiga era para la Bringas como un sol resplandeciente al cual no se podía mirar cara a cara sin deslumbrarse. Porque en tal estimación tenía la autoridad de la marquesa en estos tratados, que no se atrevía a tener opinión que no fuera un reflejo de las augustas verdades proclamadas por ella.
Eran la reina madre Doña Leonor, las reinas de Aragón y Navarra, y la infanta Doña Catalina. Detrás de ellas venía el poeta Bocaccio, ceñida su frente de laurel. Las augustas señoras deploran después sucesivamente la malhadada batalla naval, y Doña Leonor excita á Bocaccio á cantar sus penas, ya que no era posible encontrar asunto más trágico y lúgubre.
Palabra del Dia
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