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Actualizado: 1 de mayo de 2025
El otro, con ínfulas de filósofo, puso otra sonrisa benévola sobre estas palabras: ¿Mucho?... Las niñas de diez y ocho años nunca «sienten» mucho, por muy románticas que sean.... ¿Es ella romántica? Todas las buenas lo son. Salvador, asombrado, dijo: Sí, ¿eh? Pues claro, hombre; la bondad de las mujeres es puro romanticismo.
Ni piden limosna, como los de Italia; ni dan látigo, como los de Rusia; ni se hacen caballeros de industria, como tantos en Francia; ni viven á estilo feudal, como los de Alemania; ni viajan como los de Inglaterra con orgullosas ínfulas.
Pasolos dado a Satanás, porque era ciertamente ridículo para un hombre de sus ínfulas y categoría pedir la hija de un tendero de ultramarinos, y haber de esperar, como quien dice, en la antesala de la lonja, a que se dignasen abrirle la puerta.
No creerla habría sido como poner en duda la luz del día. «Pues con esas condiciones le daré a usted cuatro mil realitos», declaró Rosalía con ínfulas de prestamista».
Mucho ojo con este carnicero, que es más ladrón que Judas. Si tienes alguna cuestión con él, nómbrame a mí y le verás temblar...». Y por aquí siguió amonestando y apercibiendo con ínfulas de verdadera ama y canciller de toda la familia. La suerte que se marchó. Serían las diez cuando la desposada se quedó sola con su marido y con Patricia.
Entre las curiosidades de á bordo se hallaba un Costaricense con ínfulas de marques quien, sobre dar asunto para reir con su manía de decantar su sangre noble, interesaba mucho por su casta inocencia.
Pero los padrinos se habían portado mal, eran torpes, a pesar de las ínfulas del coronel Fulgosio que decía tener el código del honor en la punta de los dedos: no parecían armas, se había hablado del sable primero, pero no parecían sables de desafío; no había en Vetusta sables así, o no querían darlos los que los tenían.
A mí me pareces otra cosa: un orillero de Palermo con ínfulas de hombre de campo dijo Lorenzo. Mejor estaría de frac y sombrero de copa, ¿no?... ¡Sin duda! Cuando menos, Melchor, estarías en traje más propio de tu condición. En ese momento apareció Ramona y dirigiéndose a Melchor le entregó un perfumado pañuelo de manos, diciéndole: Tanto pedírmelo y se iba sin él. Es verdad, gracias.
En medio de la jovial algazara que estas bromas producían, salió Guillermina, esparciendo sobre todos una sonrisa inefable que parecía una bendición. En seguida, cebáronse todos con furia en el tema suculento de la partida del Rey, y cada cual exponía sus opiniones con ínfulas de profecía, como si en su vida hubieran hecho otra cosa que vaticinar acertando.
Bien llevaría él en paciencia continuar siendo tan tío Joaquín como siempre; no tenía ínfulas de ricachón, y era en genio y trato sencillo con extremo; pero si renunciaba al señorío en su persona, no así en la de su hija; parecíale oír voz que le decía, como las brujas a Banquo: «No serás rey, pero engendrarás reyes.» Y luchando entre el modesto convencimiento de su falta absoluta de rango, y la certeza moral de que Lucía a grandes puestos estaba destinada, vino a parar a la razonable conclusión de que el matrimonio realizaría la anhelada metamorfosis de muchacha en dama.
Palabra del Dia
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