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Los tres ostentan la clásica casaca de palmas verdes, que les da cierto aspecto de loros, aquella casaca tan anhelada por de Vigny, que el día de su recepción, encontrando en los corredores de la Academia a Spontini, con palmas hasta en la franja del pantalón, se echó en sus brazos exclamando: Ah! mon cher Spontini, l'uniforme est dans la nature!

Un día se dijo: «Ya soy remendón de portal», y se le llenó el alma de gozo, como si hubiera conseguido al fin una posición firme, largo tiempo anhelada. Trabajaba con intervalos: los ratos de trabajo, cada vez más leves, y los intervalos, cada vez más largos. En estos intervalos leía, apoyando el libro sobre la horma de hierro, y tomaba notas en el cuadernito de hule.

Gabriel, tienes ingenio, y Dios ha querido que recobres tu preciosa vida para que desbarates los inicuos planes de ese monstruo abominable y devuelvas a la niña su anhelada libertad, así como a la paz del alma, que he perdido quizás para siempre. Así habló el afligido hortera, y oyéndole no pude menos de compadecerle por los tormentos de su alma, tan apasionada como inocente.

Mirábale la joven con dulzura, entreabiertos los labios por una ligera sonrisa y á Roger le parecía oir ya la anhelada respuesta; pero en aquel momento resonó en el patio del castillo una voz potente, seguida de gran ruido de armas y pasos y el trote de los caballos. La columna se ponía en marcha. ¿Oís? exclamó la joven, erguida, brillante la mirada. Van á partir. Es la voz de mi padre.

Hasta de Berlín llegaba la promesa, por conducto de una Legación neutral, de buscar á este joven en todos los campos de prisioneros. Sospechaban que debía estar confinado en Polonia en un campamento de castigo. Alicia se lanzó con vehemencia á medir el tiempo, como si la anhelada noticia fuese á llegar de un momento á otro. ¡Por Dios te lo pido, Miguel! Escribe, telegrafía hoy mismo.

Le interesan los políticos, los que mandan o los que estén a punto de mandar, por lo que puedan influir en la seguridad de los empleos de sus yernos y, ante todo y sobre todo, por las probabilidades que el juego político, en su trabajoso ajetreo, ofrezca a Eleuterio para acercarse a la anhelada y merecida cartera de Agricultura, para resolver ya es hora eso del maíz.

Bien llevaría él en paciencia continuar siendo tan tío Joaquín como siempre; no tenía ínfulas de ricachón, y era en genio y trato sencillo con extremo; pero si renunciaba al señorío en su persona, no así en la de su hija; parecíale oír voz que le decía, como las brujas a Banquo: «No serás rey, pero engendrarás reyes.» Y luchando entre el modesto convencimiento de su falta absoluta de rango, y la certeza moral de que Lucía a grandes puestos estaba destinada, vino a parar a la razonable conclusión de que el matrimonio realizaría la anhelada metamorfosis de muchacha en dama.

Este auxiliar es, por lo general, un almacenero, que es el confidente de todos los artesanos y sirvientes de su barrió, un amigo desleal e infamemente codicioso, un pequeño negociante con apariencias de honorable, en fin, un individuó que a mansalva se informa de las peculiaridades de cada semejante, y las vende luego a los que inventarán el cuento apropiado para despojarlo, los que fabricarán la ganzúa que les franqueará el acceso hasta la caja anhelada.

Soñador de rara estirpe de sublimes soñadores que persiguen la anhelada redención de los dolores, heredad fosca y estéril de los seres infelices, fue su vida inmaculada de fecundas enseñanzas, en los tristes vencimientos alentar las esperanzas 35 y en las bregas afanosas restañar las cicatrices.

¿Quién sabe si el mar aborda detrás del eco postrero de la canción lenta y sorda que, recostado en la borda, canta el bravo marinero? Mi ser tras de ti se lanza; sólo allí, en la inmensidad, el alma a entrever alcanza de su insegura esperanza la anhelada realidad. Del infinito en presencia, sólo la vital esencia puede sentir explicable el eterno e insondable misterio de la existencia.