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Actualizado: 6 de mayo de 2025


No se lo digan ustedes a Lamennais, ni a Béranger, ni a Alfredo de Vigny, ni a Soulié, ni a Balzac, ni a Deschamps, ni a Sainte-Beuve, ni a Dumas. Me han dicho que cuente con uno de los primeros sillones que queden vacantes en la Academia a condición de que siga sin escribir absolutamente nada. Así que esté nombrado, recobraré mi libertad de acción y haré de mi capa un sayo.

Los tres ostentan la clásica casaca de palmas verdes, que les da cierto aspecto de loros, aquella casaca tan anhelada por de Vigny, que el día de su recepción, encontrando en los corredores de la Academia a Spontini, con palmas hasta en la franja del pantalón, se echó en sus brazos exclamando: Ah! mon cher Spontini, l'uniforme est dans la nature!

Y los dos paseaban perdidos en los bosques. ¡Ay! no, no perdidos, y era lástima. ¡Qué hermosura, un paseo sin fin por alguna selva virgen del Nuevo Mundo, cuyo recogimiento misterioso no fuese turbado por la irritante llamada de la trompa!... Aun conteniendo los caballos, como hubieran querido contener el instante fugitivo, tenían necesidad de dirigirse hacia la cacería... Los dos jóvenes no participaban del entusiasmo de Alfredo de Vigny: Me gusta el son de la trompa en el fondo de los bosques.

¿Cómo no recordar, pues, todos aquellos libros de los primeros años: Las Escenas de la Vida de Bohemia y de Juventud, de Murger; los primeros versos de Gautier, las poéticas novelas de Vigny?

Palabra del Dia

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