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Al ver entrar a los dos hombres, el alumno bajó sus brazos armados de banderillas y la señora se arregló la falda y el florido sombrero. ¡Oh, cher maître!... Buenas tardes, mosiú; felices, madame dijo el maestro llevándose la mano al sombrero . A ve, mosiú, cómo va esa lición. Ya sabe lo que le he dicho.

Mon cher ami le cordonnier! entró diciendo el señor Colignon, con modulaciones y altibajos en la voz, que sonaban como las gárgaras de un pavo; los brazos abiertos, con que estrechó contra su corpacho al manso, dulce y enjuto Belarmino . Que yo os quiero, ilustre y simpático cordonnier. Yo también le quiero a usted, señor Coliñón, sin guardarle rencor por el mote.

Y para más ironía, Maud hablaba en francés con acento nasal: «Mes compliments, mon cher; tous mes compliments». ¡Pobre Mina!... Algunas veces, mientras hablaba Fernando con Mrs. Power, la había visto pasar cerca de ellos llevando de la mano a Karl. Fingía no conocerlos, torcía los ojos, pero se adivinaba en su gesto la amargura de la decepción.

El viejo de las bufandas, al que llamaba la condesa cher maître, se cansó sin éxito dirigiendo peticiones á un criado que no quería entenderle. Avanzaba un plato vacío para obtener un pedazo de pastel ó una de las frutas, señalando ansiosamente el objeto de sus deseos.

Poitiers contiene importantes institutos de enseñanza, y sus producciones, análogas en lo general á las de Angulema, son de valor considerable. La primera, que es la capital, cuenta unas 30,000 almas, situada en una vasta llanura, en medio de los rios Loira y Cher y á la márgen izquierda del primero. Es una ciudad muy antigua y notabilísima en la historia política de Francia.

Los tres ostentan la clásica casaca de palmas verdes, que les da cierto aspecto de loros, aquella casaca tan anhelada por de Vigny, que el día de su recepción, encontrando en los corredores de la Academia a Spontini, con palmas hasta en la franja del pantalón, se echó en sus brazos exclamando: Ah! mon cher Spontini, l'uniforme est dans la nature!

Vamos, tranquilízate, «mon cher» le dijo el gascón. ¿Te han aterrorizado las ratas del sótano? En mi tiempo, los jóvenes eran más animosos. Cuando yo tenía quince años... Dejad vuestra historia para otro momento, vizconde, si os place. Ahora beberemos interrumpió con serena autoridad don Fernando. Tenéis razón, querido consuegro. Bebamos a la salud del último duque de Sandoval.

Pensó Fernando al examinarle que tal vez llevaba en sus maletas algunas fotografías de bellezas profesionales de París con dedicatorias de pasión: «À mon cher coco de Buenos Aires». Los hermanos pequeños exhibían regocijados varias panderetas adquiridas recientemente, con suertes de toreo pintadas en el parche, y algunas banderillas ensangrentadas procedentes de la corrida de la tarde.

Se pierde importancia, se desvaloriza, como dicen allá, y los amigos que esperan con interés vuelven de pronto la espalda... ¡La novedad! ¡El ser de uno nada más, para que pueda darse importancia y sus amigos le tengan envidia! Usted no sabe lo que en América se paga esto, mon cher. Vale tanto como un vestido chic y mucho más que la hermosura... No; aquí, en el buque, nada.

Oh, mon cher! cantaba Mon Oscar!... estábamos en el avant-scène, con los attachés de la legación turca, y la muy ricotona me cantaba a solo todos los couplets... la sala ardía de envidia!... Yo estaba irreprochable... mis zapatos barnizados, mis guantes amarillos, un sobretodo de cuellos de silkskin... en fin, ¡espléndido!