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Actualizado: 20 de junio de 2025
Desnoyers no podía entenderle por hablar en alemán, pero siguiendo las indicaciones de su mano, vió en la entrada del castillo, más allá de la verja, un grupo de gente campesina y unos cuantos soldados con fusiles. Blumhardt, después de corta reflexión, emprendió la marcha hacia el grupo y don Marcelo fué tras de él.
Tal vez las casadas, algunas por lo menos, podrían entenderle mejor.
Se separó del viejo, mirándole fijamente, mientras hablaba en voz baja, algo silbante por el temblor de la cólera. ¡Atención, tío! Afortunadamente, se había expresado en español y no podían entenderle los que estaban cerca de ellos. Si se permitía insistir en tales apreciaciones, corría el peligro de recibir una bala como respuesta. Los oficiales del emperador no se dejan insultar.
Uno de los personajes más admirados por él era cierto sultán de la conquista turca, que estrangulaba con sus propias manos á los hijos de los adversarios. «Nuestros enemigos no vienen al mundo á caballo y empuñando la lanza decía el héroe . Nacen niños como todos, y es oportuno suprimirlos antes de que crezcan.» Desnoyers le escuchaba sin entenderle.
Contrariado por su descubrimiento, fué aproximándose para saludar á la Torrebianca. Luego invitó á Watson, con ademanes y palabras en voz baja, á que se fuese con él; pero el joven fingía no entenderle.
El avance de Maltrana produjo entre los emigrantes un movimiento de curiosidad simpática y obsequiosos saludos: algo parecido a lo que despierta la entrada de un orador político en una reunión popular. «Don Isidro, buenas tardes... Venga por aquí, don Isidro.» Y todas las miradas, aun las de «los latinos» de Asia, que no podían entenderle, le acariciaban con la suavidad del agradecimiento. ¡Aquél era un hombre!
A él lo había aceptado como yerno porque era de su gusto, modesto, honrado y... serio. ¡Pero ese pedigrée cantor, con todas sus soberbias!... ¡Un hombre que él había sacado... no quería decir de dónde! Y el francés, tan enterado como él de sus primeras relaciones con Karl, fingió no entenderle. Como el alemán había huído, el estanciero acabó por dejarse empujar hasta su casa.
Cuando sus hermanitos y sus primos se fueron a jugar y la dejaron sola, ella preguntó a la niñera: Miss Mary, ¿cree usted que hay hadas? Sin entenderle, sin escucharla siquiera, miss Mary repuso: «Yes, my dear, yes». «¡Qué tontas son estas inglesas! pensó Lita.
Mucho tiempo hace que tenía yo vehementísimos deseos de escribir acerca de nuestro teatro, no precisamente porque más que otros le entienda, sino porque más que otros quisiera que llegasen todos a entenderle. Helo dejado siempre, porque dudaba las unas veces de que tuviésemos teatro, y las otras de que tuviese yo habilidad; cosas ambas a dos que creía necesarias para hablar de la una con la otra.
Maltrana abandonó a su amigo. Sentía la necesidad de relatar el interesante descenso a los frigoríficos «a sus muchas amistades», o sea a todos los pasajeros que podían entenderle. El toque para la comida, que se daba en plena noche al principio del viaje, con los focos de luz inflamados, sonaba ahora cuando el sol estaba todavía en el horizonte.
Palabra del Dia
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