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Ni en Francia, ni en ningún otro país han vuelto los hombres a ser tan esclavos como antes. Eso es lo que Francia quiso celebrar después de cien años con la Exposición de París. Para eso llamó Francia a París, en verano, cuando brilla más el sol, a todos los pueblos del mundo. Y eso vamos a ver ahora, como si lo tuviésemos delante de los ojos.

Tenía un hijo, y lo perdí siguió diciendo . Era mi esperanza, mi única razón de vivir... El infortunio me hizo buscar un consuelo. ¿Qué sería de nosotros si no tuviésemos el poder de engañarnos fabricando nuevas ilusiones?... Y tuve un segundo hijo, un hijo inventado por , triste, condenado á morir, pero joven como el otro, desgraciado como el otro, falto de una madre que alegrase sus últimos días... Yo he querido ser esa madre.

Esto se pregonó por bando público, mandando que tratásemos y tuviésemos los zervinos por leales vasallos de S. M. Tanto duró su lealtad cuanto comenzó el armada turquesca á parecer. Al principio de mayo comenzó á embarcarse la gente.

Para disimular esta falta de asuntos poéticos que es evidente, y producir, no obstante, honda impresión, los autores más señalados en la actualidad apelan á varios recursos que iré examinando, con lo cual daré idea sucinta de los vicios de que en mi sentir adolece la novela moderna, vicios casi todos que pudieran desaparecer fácilmente si en vez de formar principal empeño en mostrar al público la viveza de nuestro ingenio y la fuerza de nuestra imaginación, lo tuviésemos en escribir obras sólidas y perfectas.

Dice Buffier que aun cuando no hubiese en nosotros sucesion de pensamiento, y no tuviésemos mas que uno solo, no dejaríamos de poseer la idea de duracion. Es cierto, confundiendo la idea de duracion con la simple idea de existencia no interrumpida; pero la dificultad está en que esta duracion no podríamos medirla y por consiguiente nos faltaria la idea del tiempo.

Un perro salva ciegamente al enemigo de su dueño. Yo cuidaré a esa pobre criatura como si todos tuviésemos interés en que se curase. Después de la partida del doctor, la señora Chermidy pasó a su tocador y se entregó en manos de su doncella. Por la primera vez en mucho tiempo se dejó vestir sin fijarse: ¡tenía otras preocupaciones más importantes!

Te estuve esperando... Se perdió el palco y me acosté de un humor. Fui a casa, a comer, con propósito de venir temprano. ¡Qué si quieres! Hizo la maldita casualidad que, contra lo habitual, no tuviésemos más convidado que mi suegra. ¡Lagarto, lagarto! ; estuvimos en familia. Luego se marchó la buena señora, mis hijas se fueron a vestir para ir al teatro y me quedé solo con mi mujer.

Si yo creyese como Pitágoras que las almas transmigran y que van sucesivamente informando distintos cuerpos, lo que recelo que pasa en ti, me inclinaría a entender que de nada vale la tal transmigración para el adelanto de las almas. Aunque tuviésemos siete vidas como los gatos, haríamos en la séptima simplezas no menores que en la primera y daríamos idénticos tropiezos y caídas.

Cuando experimentamos la sensacion, si no tuviésemos una facultad distinta de la de sentir, nos quedaríamos limitados á la sensacion pura, sin considerar ni antes ni despues, ni relacion de ninguna clase. La sensacion, estando limitada á determinadas especies de objetos, no puede extenderse á todos, como lo hace la idea del tiempo.

¡Ay! se dice que el pauperismo se ha extinguido en Francia; se dice que en Francia no hay pobres. ¡Ojalá! No seré yo el que deplore que tuviésemos la santa obligacion de admirar á nuestros vecinos tan cristiana conquista; no seré yo el que me lastime de tener que emular esa gran fortuna á los franceses, no.