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Este golpe le trastornó y le modificó tan dichosamente el encéfalo, que, no bien sanó de su grave y peligrosa herida, se convirtió en uno de los más agudos y sublimes sabios jesuitas que hubo en el siglo XVII: escribió luminosos comentarios del Pentateuco, y otras obras no menos útiles que forman juntas diez o doce tomos en folio; y, por último, murió en Roma en olor de santidad.

En el misterioso archivo de la memoria recorre el eco de la campana todas las más sublimes páginas; páginas que á la voz de los recuerdos llegan al santuario del alma, evocando realidades del ayer y creando fantasmas para el mañana. El toque de la muerte del día siempre me parece nuevo, siempre creo oírlo por primera vez.

El Conde, y la misma doña Beatriz, en quien al cabo era esto más disculpable por su falta de mundo, se habían empeñado sin duda en que las gentes los tuviesen por superiores a toda crítica; en que juzgasen sus coloquios santos, puros y sublimes, como los que tuvo allá en la antigüedad Numa con la ninfa Egeria, o como aquellos que en la cumbre del Purgatorio, y después entre los esplendores del Paraíso, tuvo Dante con la tocaya de nuestra heroína.

Anita, al oír este familiar lenguaje, casi jocoso, del Magistral, con motivo de cosas tan grandes y sublimes, sintió lágrimas y risas mezcladas, y lloró riendo como Andrómaca. La noche corría a todo correr. La torre de la catedral, que espiaba a los interlocutores de la glorieta desde lejos, entre la niebla que empezaba a subir por aquel lado, dejó oír tres campanadas como un aviso.

Ese espectáculo, contemplado así de léjos y de frente, es de una grandiosidad que embelesa y llena el alma de admiracion y recogimiento, y que, por el contraste que hace con las planicies de la hoya del Aar, completa uno de los mas sublimes panoramas que la Europa continental puede ofrecer.

Los muertos estaban como las trufas en un pastel dijo el sudamericano . Yo tuve que permanecer un día entero tocando con mi nariz los intestinos de un turco muerto dos semanas antes... No, la guerra no es chic, capitán, por más que hablen de heroísmos y cosas sublimes en periódicos y libros.

Pocas veces excita nuestra sorpresa ni nos admira por el insólito vuelo de su inteligencia ó de su imaginación; pero casi todos sus dramas rinden tributo al buen sentido poético sin hacer esfuerzos prodigiosos, y obligándonos á confesar el mérito de obras que no pertenecen, sin embargo, á las creaciones más sublimes del arte.

Sintió una lástima inmensa por San José. «Supongamos, se decía, que él, y nadie más que él, fuera el padre de su hijo putativo; que fuese el padre..., sin perjuicio de todas las relaciones misteriosas, sublimes, extranaturales, pero no milagrosas, que podía haber entre la Divinidad y el Hijo del hombre...; supongamos esto por un momento. ¡Qué horror! ¡Arrancarle a San José la gloria..., el amor... de su hijo!... ¡Todo para la madre! ¿Y el padre? ¿Y el padre?». Pensando estos disparates, se le llenaron los ojos de lágrimas. ¿Si estaría loco efectivamente? ¡Pues no se le ocurría, cuando debía estar tan contento, echarse a llorar, lleno de una lástima infinita del patriarca San José!

Aún hoy, después que he visto pasar por la tribuna tantos y tan admirables hombres, me parece que los de aquel día fueron los más elocuentes, los más sublimes, los más severos, los más superiores entre todos los que han fatigado con sus palabras la atención de la madre España. ¡Qué claridad la de aquel día! ¡Qué oscuridades después, dentro y fuera de aquel mismo recinto, unas veces teatro, otras iglesia, otras sala, pues la soberanía de la nación tardó mucho en tener casa propia!

Preciosos y nobles monumentos, á veces sublimes á los ojos del arte y que siempre conmueven el ánimo. Sus luces de colores distintos, donde se representan el oro, la plata de las estrellas, ofrecen el seguro firmamento que una providencia humana ha organizado sobre la tierra.