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Los pensamientos sublimes, y la delicadeza y el primor del estilo, son prendas que pocos saben estimar. La gloria es casi siempre tardía para este linaje de hombres. Pocos semejantes suyos aciertan a comprender lo que valen.

En otro tiempo, ¿quién sabe lo que hubiera sido yo? Quizás un D. Juan Tenorio; quizás uno de esos grandes místicos que han escrito cosas tan sublimes... Ahora, ¿qué soy? Un desgraciado, por lo mismo que me estorba lo negro en cuestiones de positivismo. Y, sin embargo, yo me congratulo de ser como soy. Es verdad que falto a la moral, ¿pero por qué?

Sus oídos escuchaban quizá rabeles divinos y voces inefables, y su espíritu, infinitamente lejos de la tierra, presentía las delicias del Alchanna y las sublimes recompensas que su religión promete a los mártires.

El mar no es verdaderamente hermoso, cuando está manso, sino en su contraste maravilloso con la tierra. Lejos de las costas, en alta mar, la escena es monótona cuando la tempestad no agita los ondas y produce sus fenómenos sublimes. Así, todo el interés de la navegación estaba en las escenas de á bordo, casi siempre grotescas.

Con lógica inconsecuencia, Fray Miguel estaba lleno de dudas, y por momentos de negaciones, cuando en lo interior de su propio ser buscaba la verdad; pero, no bien su pensamiento salía fuera de y se extendía sobre la faz de la tierra, todo era en Fray Miguel fe y esperanza en los sublimes destinos del humano linaje y en el papel principal y brillante que le tocaba hacer a su pueblo.

En ellos no hay nada reprensible; ellos son el manantial de muchas acciones virtuosas, de resoluciones sublimes, de hazañas sorprendentes. Pero si ese mismo sentimiento se exagera, el néctar aromático, dulce, confortador, se trueca en el humor mortifero que fluye de la boca de un reptil ponzoñoso, la emulacion se hace envidia.

El paso de la representación al ser es un salto mortal en que han perecido los filósofos más sagaces y los genios más sublimes de la humanidad. Kant, el coloso, que ha batido las cataratas de mi inteligencia, atribuye al imperativo de la conciencia moral un valor absoluto fuera del tiempo y el espacio.

En Sacramento tuvo ocasión de experimentar que los versos, aunque elevan a las emociones más sublimes del corazón humano, y merecen la mayor consideración de un editor en las páginas de un periódico, son insuficiente recurso para los gastos de una familia, aunque ésta no constase más que de una señora y de una niña de corta edad. Recurrió luego al teatro, pero fracasó completamente.

Por otra parte, aquel loco, más que ninguno, tenía pensamientos verdaderamente extraordinarios y sublimes. No se sabía ni de dónde venía ni adónde iba, ni lo que quería, pues Yégof erraba por todas partes como alma en pena; a veces hablaba de razas desaparecidas y decía que era emperador de Austrasia, de Polinesia y de otros lugares.

Sentía arrebatos heroicos en mi corazón, impulsos sublimes... Todo murió al subir al altar con un hombre que me era repulsivo... Los demás hombres no hicieron nada por redimirme... al contrario; contribuyeron a encenagarme más y más en la prosa de la vida.