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Ese es algún amigo del Gobierno exclamó señalando al orador un individuo que estaba en la parte del público. ¿Amigo del Gobierno? dijo el orador indignado. ¿Por qué? ¿Porque amo la libertad sin licencia, la petición sin escándalo? Vosotros amáis la anarquía y cedéis á la venalidad. Me dirijo á los aragoneses, que este sitio se distinguen por su lenguaje procaz y su amor á los alborotos.

Según él, siempre habrá pobres y ricos, y figurándose ya la revolución social triunfante, dio por ineludible resultado que los que ahora son ricos queden pobres; que algunos de los pobres más listos y audaces se hagan ricos y que la muchedumbre de los pobres se aumente en número y padezca mayor miseria, porque gran porción de la riqueza se habrá consumido o destruido con las huelgas, alborotos y guerras civiles.

Las batallas y alborotos pertenecen á la epopeya, y sólo se han de contar en el teatro. »Admírase Fadrique del escaso número de espectadores, que hay, habiendo de representarse por primera vez una pieza, á lo cual contesta Alonso López, que cierto bailador de cuerda atrae á otra parte la gente.

Era esto harto común en aquellos tiempos de alborotos continuos, y la berlina avanzó, sin acortar su carrera, hasta la calle de Alcalá, para tomar luego por la del Barquillo.

En relaciones secretas con la corte, procuraba organizar una reacción, y todos los medios se adoptaban si conducían al fin deseado. Iba á los clubs, atizaba alborotos, frecuentaba las reuniones de realistas y aun de los liberales. Todo lo averiguaba y lo aprovechaba todo.

Cada una de estas veladas tenía su fisonomía característica y en casi ninguna de ellas faltaba su procesión y rosario, arcos de follaje, fuegos de artificio y mucho de baile, cantos, buñuelos y dulces, sin que escaseasen tampoco las broncas y los alborotos para dar más colorido al cuadro.

Sólo hay un inconveniente no corto: que las tales predicaciones regeneradoras levanten de cascos a la gente levantisca y aficionada a vivir a salto de mata, y produzcan alborotos, motines y hasta guerras civiles.

Convencido de la verdad, el marqués publicó un bando para que los moriscos no fueran molestados, pero apesar de su orden hubo revueltas y alborotos, y en el mismo mes de estos sucesos fueron quemados tres de ellos que estaban hacía algún tiempo presos en las cárceles del tribunal de la Inquisición.

Señor D. Juan José de Vertiz y Salcedo, Virey Gobernador y Capitan General de las provincias del Rio de la Plata, &c., para establecer la quietud y sosiego de las que estuviesen conmovidas y sublevadas, siendo una de ellas esta de Tarija y Chichas, halló conveniente hacer saber á los Gobernadores, curas, segundas y demas habitantes de los pueblos de su jurisdiccion, se mantengan sin la menor novedad en sus respectivos domicilios, continuando las tareas, faenas y trabajos, á que se dedicaban antes de los presentes alborotos, porque de lo contrario esperimentarán el mas severo castigo.

Oyose la voz de Benigna, hecha una furia: «Te voy a matar... ¡indecente!, ¡cafre!». Los demás chicos aparecieron chillando. Jacinta les regañó: «Pero vosotros, tontainas, ¿no veíais lo que estaba haciendo? ¿Por qué no avisasteis? ¿Es que le dejáis enredar para después reíros y armar estos alborotos?».