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Además, ahorraba brazos y equivalía a una venganza contra la gente levantisca y descontenta, que acosaba a las personas decentes con sus imposiciones.

Este buen Alcaide tenía por aquel año bajo su custodia un número considerable de presos acusados del resello de moneda, los cuales eran gente levantisca de suyo, que unída á los valentones, ladrones y demás gentualla, traían de contínuo revuelta la prisión, célebre con grandes escándalos y pendencias.

Sólo hay un inconveniente no corto: que las tales predicaciones regeneradoras levanten de cascos a la gente levantisca y aficionada a vivir a salto de mata, y produzcan alborotos, motines y hasta guerras civiles.

Se puede ser un gran argonauta descubridor de tierras y un pésimo gobernante. Hay, además, que tener en cuenta las ilusiones que había fomentado en todos los que le siguieron en el segundo viaje, gente aventurera, levantisca y ansiosa de enriquecerse. Iban a las minas del rey Salomón, a Ofir, a Cipango; no había más que agacharse para recoger bolas de oro.

A los quince años, la niña sabía apenas deletrear. El arte de la labor le era desconocida. Su séquito de dueñas, antes la servía para mantener en torno suyo el aparato ceremonial, que para custodiar su persona; y como su padre pasaba tanto tiempo en la corte, Beatriz gobernaba el solar a su antojo, cual infanta levantisca.

Muchos de aquellos desdichados, bien porque fuesen de levantisca ó viciosa condición, bien porque se le hiciese la esclavitud intolerable, huían de sus dueños y escapaban á lugares donde pudiesen vivir libremente, y para dificultarles su evasión impusiéronseles marcas en el rostro como comprueban los siguientes documentos.

La Casiana, carácter duro, dominante, de un egoísmo elemental, era la más antigua de las antiguas; la Burlada, levantisca, revoltosilla, picotera y maleante, era la más nueva de las nuevas; y con esto queda dicho que cualquier suceso trivial o palabra baladí eran el fulminante que hacía brotar entre ellas la chispa de la discordia.

Podía asegurarse que aquellos labios guardaban como un tesoro la mejor palabra, la que jamás se pronuncia. La barba puntiaguda y levantisca semejaba el candado de aquel tesoro.