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Actualizado: 20 de junio de 2025


No lo habia visto jamás: en una tabla los atan, los crian así, y les achatan la cabeza por detrás. 574 Aunque esto parezca extraño, ninguno lo ponga en duda: entre aquella gente ruda, en su bárbara tropeza, es gala que la cabeza se les forme puntiaguda.

Y en el momento en que Divès y Hullin miraban manteniendo el más profundo silencio, he aquí que aparece al pie del muro una enorme cabeza despeluznada, una frente dentro de un aro reluciente, una cara alargada y después una barba roja, puntiaguda, todo lo cual se recortaba, formando una extraña silueta, en el cielo blanco del invierno. Es el Rey de Bastos dijo Marcos riendo.

Y para en que la gente comun adorasen allá fuera, porque no habian de entrar allá dentro si no fuesen señores, y éstos en el patio, hizo poner en medio de la plaza del Cuzco, donde agora es el rollo, una piedra de la hechura de un pan de azúcar, puntiaguda para arriba y enforrada de una hoja de oro; la cual piedra hizo ansímismo labrar el dia que mandó hacer el bulto del sol, y esta piedra, para en quel comun adorase, y el bulto, en la Casa del Sol, los señores; la cual casa era reverenciada y tenido en gran reverencia, no solamente el bulto, mas las piedras della y los sirvientes y yanaconas della eran tenidos por cosa bendita y consagrada.

Hallaba Amparo en el semblante de Guardiana no qué limpidez, qué tranquilidad honesta, que le helaban en los labios el cuento de amores cuando iba a empezarlo; al paso que Ana, con su nervioso buen humor, su cara puntiaguda rebosando curiosidad, convidaba a hablar. Amparo la tomó por confidente, y hasta por compañera.

El viento, que la trae en remolinos, primero le hace llenar los huecos, después suavizar todos los ángulos, desplegar sus curvas en los relieves; á la montaña áspera, puntiaguda, salvaje, sucede otra de perfiles suaves y puros, de majestuosas curvas. Pero á pesar de la suave pureza de sus líneas, no pierde su formidable apariencia el gigante.

Las piteras y chumberas, plantas rudas y antipáticas de los países abandonados, amontonaban en los bordes del camino una vegetación puntiaguda y agresiva. Sus vástagos rectos y cimbreantes, con un pompón de blancas cazoletas, sustituían a los árboles en aquella inmensidad horizontal y monótona no cortada por ondulación alguna.

Un poco más tarde, Clara, que miraba con recelo aquel tragaluz maldecido, se estremeció con horrible sacudimiento, dió un grito muy agudo y sus ojos expresaron el pavor más grande. ¿Qué tienes, qué hay? dijo Lázaro con sobresalto. Clara, tal vez dominada por el miedo, había creído ver instantáneamente en el tragaluz los ojos vivos, la nariz puntiaguda de Elías Orejón, su tirano y protector.

Púsose el ropón de satén blanco, confeccionado por las manos de su madre, y sobre éste la alta y puntiaguda caperuza de terciopelo verde, que descendía sobre sus hombros formando una máscara y se prolongaba hasta más abajo de las rodillas, a modo de casulla. A un lado del pecho, el escudo de la cofradía estaba bordado con rica y minuciosa profusión de colores.

Los ojos orgullosos, coronados de espesas cejas, estaban como incrustados en una frente estrecha y altanera. La boca era fina, sinuosa y como contraída con desagrado. La barbilla puntiaguda indicaba á su pesar tendencias autoritarias llevadas hasta la tiranía.

Se tocaba un resorte o botoncito, y la figura entonces bajaba y subía los párpados, abría mucho la boca y sacaba y enseñaba una lengua muy larga y puntiaguda.

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