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Y, aunque en este tiempo procuramos con toda solicitud saber quién en aquella casa vivía, y si había en ella alguna cristiana renegada, jamás hubo quien nos dijese otra cosa, sino que allí vivía un moro principal y rico, llamado Agi Morato, alcaide que había sido de La Pata, que es oficio entre ellos de mucha calidad.

No fué vano mi temor. ¡Don Diego!... ¿Qué sangre es ésta? 380 Matóme doña María, La hija de don Bernardo. ¡Alcaide! ¡Gente! ¿Qué aguardo? Yo muero Con razón, aunque á traición. Muy justa venganza ha sido, Por fiarme de mujer. 390 Mas no la dejéis prender. Yo pienso que habrá salido. Pero ¿por qué no queréis Que la prendan?

Cuando bajaba a prestar declaración a la salita de rojo dosel, que está junto al despacho del alcaide, Isidora contestaba a las preguntas del juez con serenidad tranquila, con confianza en su derecho y al mismo tiempo con un aire de superioridad que cautivaba, preciso es decirlo, al mismo señor juez dignísimo y al escribano.

Comió Martín lo que le trajeron, se tendió envuelto en la manta, y después de un momento de siesta, se levantó a tomar una resolución. ¿Qué podría hacer yo? se dijo . Sobornar al alcaide exigiría mucho dinero. Llamar a Bautista es comprometerle.

Dime por entendido y añadí otros cincuenta reales, y en pago me dijo que enderezase el cuello de la capa, y dos remedios para el catarro que tenía de la frialdad del calabozo, y últimamente me dijo, mirándome con grillos: -Ahorre de pesadumbre, que con ocho reales que al alcaide, le aliviará; que esta es gente que no hace virtud si no es por interés. Cayóme en gracia la advertencia.

La antigüedad del castillo era grande, pues se dice que á raíz de la reconquista lo entregó Fernando III á los Caballeros de la Orden de San Jorge, que allí tuvieron largo tiempo su alcaide, que tenía á su cargo la inspección del edificio.

No decía mal en conservador, porque si el Duque no se iba, hacía lo que debía á buen caballero y buen Capitán, quedándose á favorescer la gente que había traído consigo, para morir con ellos, y nunca el fuerte se perdía, que todavía se diera orden á pelear; el jeque se viniera con él al castillo y el Papa y el Infante no se fueran, y no osaron los turcos meter gente en tierra, sino vieran idos éstos; ni el Rey de Túnez diera las vituallas con que se entretuvo el armada, si el Visorrey desde allí le escribiera agradeciéndole lo que le había inviado á ofrecer, reconciliándole con Don Alvaro de la Cueva, alcaide y General de la Goleta.

En el día 17 de aquel mes fué cuando D. Juan de Figueroa, cabeza de la sublevación con quien se entendieron los conspiradores, salió de la casa del Duque de Arcos, y con gente armada tomó el Alcázar, rindiendo al alcaide, que lo era don Jorge de Portugal.

El dia 24 de Mayo de 1591 fueron conducidos Antonio Perez y su compañero Mayorini en un coche, desde la cárcel de manifestados á la ALJAFERIA, por el fiscal y ocho familiares de la Inquisicion, mediante mandato que llevó un portero de maza del Consejo del Justicia de Aragon al alcaide, para que entregase el preso dentro de tres horas.

ZOR. No me puede pesar con más estremo. Forzosa es mi partida, Abindarráez, Y el dejarte en Cartama es más forzoso, En poder del alcaide que aquí viene; Que así lo escribe el Rey y así lo manda. ABIND. ¿Que así lo manda el Rey y así lo escribe? ZOR. Que me parta a Coín con mi familia Me manda el Rey y que te deje solo Aquí en Cartama, mientras Zaro viene, Que ha de ser el alcaide de Cartama.