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Matangláwin se burlaba de todas las medidas severas que se dictaban contra los tulisanes: de ellas solo sufrían los habitantes de los barrios, que cautivaba ó maltrataba si se le resistían, ó si pactaban con él eran azotados ó desterrados por el gobierno, si es que al destierro llegaban y no sufrían en el camino un mortal accidente.

La cautivaba todo, las flores del trébol, que salpicaban de una lluvia de pintas carmesíes el verdinegro campo; las manzanillas tardías y los acianos pálidos en las lindes, las digitales que cogía risueña haciéndolas estallar con las dos manos, los rizados airones del apio, las acogolladas coles, puestas en fila, separada cada fila por un surco, semejante a una trinchera.

La viuda de García Grande cautivaba a Rosalía con su prestigio de figura histórica. Respetábala esta como a los dioses de una religión muerta; mas a Milagros la tenía en el predicamento de los dogmas vivos y de los dioses en ejercicio. Nadie en el mundo, ni aun Bringas, tenía sobre la Pipaón ascendiente tan grande como Milagros.

Cuando hablaba, sus palabras fluían de la boca raudas, interminables, con un dulce acento persuasivo que cautivaba y adormecía. El gracioso dejo de su charla andaluza realzado por una voz melodiosa como pocas obligaba á escuchar con placer las mil sentencias y graves consideraciones en que abundaba su discurso. Por lo cual vivía en el fondo de su alma apartada del mundo plebeyo que la rodeaba.

Cada día, en el extremo de la huerta, bajo los álamos frondosos, hacía el Padre Ambrosio un largo discurso que frailes y novicios escuchaban en religioso silencio. No siempre comprendía la mayoría del auditorio todo cuanto el padre describía o contaba; pero, hasta lo menos comprendido tenía un no qué de peregrino y poético que deleitaba y cautivaba la atención.

Lo único que afeaba aquella figura hermosa e imponente, era cierta desproporción entre la cabeza y el tronco: era un poco cabezudo. Miguel se había quedado pequeñito y menudo: poseía en cambio una fisonomía expresiva y simpática, modales sueltos y un modo de hablar tan agraciado, que cautivaba a cuantos le trataban.

Sólo el gozo de Cecilia era concentrado y silencioso. Advertíase en las mejillas teñidas de vivo carmín. De vez en cuando ponía el dorso de la mano sobre ellas para enfriarlas, aunque sin lograrlo. Cuando creía que no la miraban, pasaba largos ratos con los ojos fijos en su novio. Aquel bravo engullir, incesante, signo de vida y de fuerza, la sorprendía y la cautivaba a un mismo tiempo.

Veíame en casita, a su lado, escuchando aquel gracioso acento andaluz que tanto me cautivaba, recordando tal vez con risa los curiosos pormenores de nuestro conocimiento, tal vez interrumpidos en nuestra plática por el juego ruidoso de algunos nenes... Cuando desperté de aquel sueño feliz, no pude menos de pensar que para llegar a allá aún quedaba mucho camino.

Y si no, guerra, guerra con los ingleses. ¡Ah! ¿No hicimos lo del Callao? Aquello si que fue grande. Te lo contaré, pues lo como si lo hubiera visto». Pero Mariano no paraba mientes en aquel interesante capítulo de Historia. La epopeya de los veinte reales en sellos cautivaba más su espíritu, adormeciéndole en cálculos voluptuosos y combinaciones de riquezas y placeres.

El marqués viudo la visitó dos días después, y su comedimiento, después de las audacias referidas, la cautivaba más, o si se quiere de otro modo más claro, su comedimiento tenía la virtud de hacer disculpable y aun amable la osadía pasada; que así se contradicen los corazones en su lógica de misterios.