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Actualizado: 21 de mayo de 2025
La he amparado; la vi muy afligida porque se le había acabado el dinero y tenía que pasar a la sala común. ¡Roer!, ¡un hombre como yo ver esas cosas!... Al momento arreglé con el alcaide el pago del cuarto. Yo soy un hombre generoso, un caballero que sabe gastar las roías pesetas en beneficio del pobre y necesitado... Tu hermana es muy buena y muy señora.
El alcaide se metió por una estrecha puerta y por una escalera obscura. Doña Clara le seguía sin pensar en donde ponía los pies, acertando con los escalones y con las revueltas por instinto. Al fin se vió alguna luz en las escaleras, y al acabar de subirlas se encontraron en un corredor estrecho alumbrado por claraboyas, á cuyo fin había una puerta de hierro con tres cerrojos y tres candados.
D. Francisco de Bruna Ahumada oidor decano de la real audiencia de Sevilla y Alcaide del Real Alcázar de dicha ciudad, autorizado al efecto por el Conde de Floridablanca, fueron trasladadas á la colección que se formó á fines del siglo anterior en el citado Alcázar y que hoy forma parte del Museo provincial de Antigüedades. El Sr.
No hay que oponer nada á esto dijo el alcaide dando vueltas á la orden ; en pagando ese caballero ciertos derechos y el alquiler de los muebles... Bien, bien, pero llevadme á donde está dijo doña Clara. ¿Y quién le diré que le busca? Su esposa.
No podemos dar otras noticias biográficas de Cristóbal de Monroy Silva más que la que se encuentra en la portada de su Epítome de la historia de Troya, que se publicó en el año de 1641, y en la cual se titula Alcaide del castillo real de Alcalá de Guadaira.
Un destacamento de soldados sitió el jardín del alcaide Hassén, penetró en la cueva, y se apoderó de los fugitivos. Cervantes declaró en el acto que él solo era culpable, y que había seducido á los demás para que huyesen. Confesado esto, fué llevado con cadenas á la presencia del Rey, después de sufrir los improperios y malos tratamientos de la soldadesca y las burlas del populacho turco.
Don Rodrigo de Narváez, Que así el Alcaide se llama, Me prendió y llevaba a Alora, De sus diez hombres en guarda, Cuando, viendo mi tristeza, Si le contaba la causa, Me prometió dar remedio; Y ansí, fué justo contarla. Hizo el cristiano conmigo Esta gentileza estraña Con sólo mi juramento, Porque le di la palabra Que dentro el día tercero Volvería a Alora sin falta A ser su preso y cautivo.
Sabedor el prelado del caso, mandó levantar la fábrica de nuevo. Cuanto trabajaban los albañiles de dia, otro tanto deshacian por la noche el caballero y su gente. Mediaron conminaciones, y viendo D. Iñigo Manrique que el alcaide no hacia caso, le declaró descomulgado.
El alcaide de palacio, el guarda mayor y el mayordomo mayor del rey, se habían presentado en los lugares de estas dos catástrofes. A nadie se le ocurrió que entre la muerte del paje y la desaparición de la familia y el robo del cocinero mayor, podía haber una relación íntima.
Este fué el Alcaide fuerte, Si sabes su nombre y fama, Que es de Alora y Antequera, Y estaba puesto en celada. Apartó sus caballeros, Desafióme a batalla, Como caballero fuerte, Cuerpo a cuerpo en la campaña.
Palabra del Dia
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