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Antes que la ganase S. Fernando por las pujantes embestidas del capitan D. Domingo de Lara, de quien conserva aun el nombre un barrio de la villa, habian otros dos reyes de Castilla, Alfonsos ambos, arrojado de ella á los agarenos en 1155 y 1190, poniendo el último de ellos por alcaide y adelantado de su frontera á D. Nuño de Lara .

MEND. ¿Adónde está el Alcaide? NU

Año cuarto, 1410, cap. II, cap. Es anacrónico presentar a Narváez como alcaide de Alora, según hace la novela, pues aquella villa no fué conquistada hasta la última guerra de Granada. Este detalle induce al señor Menéndez y Pelayo a creer que la historia primitiva del Abencerraje, si es del siglo XV, no será anterior a los Reyes Católicos, l. c., pág.

Al pasar por la alcaidía, el alcaide les salió al encuentro respetuosamente y gorra en mano. En la otra mano tenía una daga y una espada, sencillas pero hermosas y fuertemente bruñidas las empuñaduras de acero. El señor alcalde de casa y corte, Ruy Pérez Sarmiento, acaba de enviarme para vuesa merced, estas armas, que le ocupó cuando le prendió dijo el alcaide.

Extraordinaria importancia estratégica tenía la fortaleza, como construida en una altura, sobre enormes peñascos, que en gran parte le servían de cimiento. En el centro había cómoda habitación, casi un palacio, donde se albergaba el alcaide o señor que mandaba la hueste. Veinte años hacía que dicho alcaide, lleno de ardor juvenil, había salido en imprudente expedición contra los moros de Granada.

Ya que estuvieron los dos a caballo, puesto a la puerta de la venta, llamó al ventero, y con voz muy reposada y grave le dijo: -Muchas y muy grandes son las mercedes, señor alcaide, que en este vuestro castillo he recebido, y quedo obligadísimo a agradecéroslas todos los días de mi vida.

Suspendamos nuestra narración para trazar muy a la ligera el cuadro de la época del gobierno de don Luis Jerónimo Fernández de Cabrera, hijo de Madrid, comendador de Criptana entre los caballeros de Santiago, alcaide del alcázar de Segovia, tesorero de Aragón, y cuarto conde de Chinchón, que ejerció el mando desde el 14 de enero de 1629 hasta el 18 del mismo mes de 1639.

El alcaide se fué, dejando a obscuras a Martín, y vino poco después con un jergón y las mantas pedidas. Le dió Martín un duro, y el carcelero, amansado, le preguntó: ¿Qué ha hecho usted para que le traigan aquí? Nada. Venía distraído silbando por la calle. Y me ha dicho el sereno: «No se silbaMe he callado, y sin más ni más, me han traído a la cárcel. ¿Usted no se ha resistido? No.

Falta, para dejar completa la plantilla, consignar que el alcaide de Cárcel cobra maravedís 12.000, que el fiel ejecutor disfruta de un sueldo de 6.000, y que cada regidor y no olvidemos que son diez y siete percibe por sus respectivas barbas, 600.

Este buen Alcaide tenía por aquel año bajo su custodia un número considerable de presos acusados del resello de moneda, los cuales eran gente levantisca de suyo, que unída á los valentones, ladrones y demás gentualla, traían de contínuo revuelta la prisión, célebre con grandes escándalos y pendencias.