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D. Pedro no podía creer las noticias y sin decir nada a sus hijos, montó a caballo y se fue 5 a la finca para informarse del suceso. Llovía a cántaros y no vio a nadie en el camino. Al llegar a su finca no vio a nadie tampoco y creía que ya se habían ido los moros. Algunos momentos después se vio rodeado de cuarenta de 10 ellos a las órdenes del famoso alcaide de Loja, Aliatar.

Da á este hombre, dos doblones de á ocho. Doña Clara sacó un precioso bolsillo, y de él dos doblones. Aquí sobra dinero, señor dijo con un acento particular el alcaide, al recibir las dos monedas de oro. Guardadlo dijo don Juan. Viváis mil años, señor dijo el alcaide apresurándose á abrir la puerta.

La última mitad del segundo acto de la comedia de Calderón, El Alcaide de mismo, por ejemplo, se supone ocurrir en el parque de un castillo, y de repente, sin contar con la desaparición de los interlocutores del diálogo, se traslada la escena á lo interior del mismo. En Los Embustes de Fabia, de Lope, se halla otra prueba aún más decisiva.

ZORAID. Yo soy El Alcaide de Coín. NARV. Ya tu enojo, y en fin, De por medio agora estoy. Deja, famoso Zoraide, Las armas, que esto ya es hecho. ZORAID. Por ti las dejo, a despecho De mi honor, famoso Alcaide. No pudieran venir ellos A otro sagrado mayor. NARV. Si éstos son yerros de amor, Ya viene el perdón con ellos.

La resistencia y la fuga eran imposibles. Gómez de Aguilar tenía que rendirse. ¿Dónde están sus hijos? preguntó Aliatar a D. Pedro. He venido solo, porque no podía creer que se atreviese 15 Vd. a llegar hasta aquí. Sonrió el viejo alcaide, enseñando unos dientes todavía blancos y replicó: Me habían ponderado mucho su finca y tenía deseos de conocerla.

Depuesto en Avila el rey D. Enrique IV y elevado al trono en su lugar su hermano el infante D. Alonso, declaráronse en Córdoba por el intruso el inquieto D. Alonso de Aguilar y otros grandes caballeros con D. Martin Fernandez, alcaide de los Donceles; y por el rey legítimo el obispo, el conde de Cabra y otros caballeros principales: con lo que quedó la ciudad dividida en dos poderosos bandos que se hicieron sangrienta guerra.

Largo tiempo hacía que Cervantes había trazado el siguiente plan: en la costa, y al Occidente de Argel, había un jardín, perteneciente al alcaide Hassén, cuyo administrador, que era un esclavo de Navarino, á ruegos de Cervantes, había puesto á disposición de los cautivos una cueva, situada en el extremo de dicha posesión, en donde se habían ocultado muchos desde febrero de 1577.

El duque le dictó una orden de soltura para el alcaide de la cárcel de villa, y otra para el alcalde de casa y corte, para que diese por nulo y destruyese todo lo que se había escrito é intentado contra los presos. Después de esto y de haber saludado humilde y profundamente al duque, el cocinero salió. Poco después, Montiño entraba triunfante en palacio con su mujer y su hija.

Yo soy como el labrador A quien alquila el señor La viña por su tributo Pues si no le rindo el fruto, Quejarse puede en rigor. PER. Famoso Alcaide de Alora Y de la fuerte Antequera, Que a Sevilla honrar pudiera, Si la ocasión es agora, Suceso dichoso espera; Que cualquiera piensa hacer Lo que se debe a tener Tu militar disciplina. PÁEZ. Gente a caballo camina. ¿Quién será?

Empuñó D. Pedro su puñal y dijo a Aliatar en voz muy queda: Si se mueve Vd., le mato. Los suyos vendrán en seguida a buscarnos. 45 Mi palabra le doy, Gómez de Aguilar. No necesita Vd. mordaza para . Se la quitó su enemigo. Fiaba en la palabra de Aliatar como en la suya, porque la fama del alcaide de Loja era la de un perfecto caballero. 50