United States or South Sudan ? Vote for the TOP Country of the Week !


Sacada la huerta de las veinte e dos aranzadas que dicen Aliatar que recebió el obispo en cambio e entrega por la ofrenda e por el mortuorio que habia el obispo en la capilla, e fincó en el cabildo la dicha ofrenda.

En efecto, pronto empezaron los árabes a buscar a su jefe y al prisionero. Algunos se dirigían al escondite. Los momentos eran supremos. Nunca había estado Gómez de Aguilar en peligro tan inminente 55 de su vida. Aquellos hombres no le habrían dado cuartel. Volvió sus ojos a Aliatar.

Pero como sus colonos habrán dado la alarma, 20 vamos ahora hacia Carcabuey y es preciso que nos acompañe Vd. Aliatar, fije Vd. el precio de mi rescate, y, si no es demasiado, le doy palabra de que lo recibirá en Loja antes de dos días. 25 No dudo de su palabra, mas prefiero su persona a su dinero. ¿Quiere Vd. canjearme por uno de los suyos...?

No tienen Vds. un prisionero nuestro que valga tanto como Vd. Así, pues, debe Vd. resignarse y seguirnos. 30 Se pusieron en camino, pero no se atrevían a seguir el camino frecuentado. Tenían que marchar uno a uno por sendas extraviadas. D. Pedro iba en el centro, junto a Aliatar, y los dos caballeros hablaban amigablemente.

Empuñó D. Pedro su puñal y dijo a Aliatar en voz muy queda: Si se mueve Vd., le mato. Los suyos vendrán en seguida a buscarnos. 45 Mi palabra le doy, Gómez de Aguilar. No necesita Vd. mordaza para . Se la quitó su enemigo. Fiaba en la palabra de Aliatar como en la suya, porque la fama del alcaide de Loja era la de un perfecto caballero. 50

Aquella noche obsequiaron a porfía a su libre prisionero Gómez de Aguilar y el Conde de Cabra. A la mañana siguiente salieron a acompañarle fuera de la 105 población. Llegó el momento de la despedida, y Aliatar se vio rodeado de una guardia de honor. ¡Con qué efusión estrechó entonces las manos de D. Pedro y del Conde de Cabra! 110 Me han vencido Vds., y, aunque estoy libre, me han maniatado.

Pero a veces brillaba en su mirada una viva esperanza que Gómez de Aguilar interpretaba en estas palabras: Pero es muy probable que nos encuentren sin llamarlos y sin moverme. Al fin estaban dos de los moros a cuatro pasos del escondite. 65 Otra vez empuñó D. Pedro su puñal y miró a Aliatar. El caudillo seguía inmóvil y sus ojos le dijeron: No dude Vd. de ; no me moveré; no los llamaré.

La resistencia y la fuga eran imposibles. Gómez de Aguilar tenía que rendirse. ¿Dónde están sus hijos? preguntó Aliatar a D. Pedro. He venido solo, porque no podía creer que se atreviese 15 Vd. a llegar hasta aquí. Sonrió el viejo alcaide, enseñando unos dientes todavía blancos y replicó: Me habían ponderado mucho su finca y tenía deseos de conocerla.

Esta escena conmovió igualmente a los dos caballeros, e inflamados por el mismo sentimiento. ¡Aliatar, es Vd. libre! exclamó D. Pedro Gómez de Aguilar. ¡, libre! añadió el Conde de Cabra. 90 Como seguían los caminos intransitables el moro tenía que aceptar la hospitalidad que le ofrecieron para aquella noche. Al llegar a un cuarto de legua de la ciudad, tenían que pasar un río.

Se lo doy a Vd. como recuerdo de que me hizo prisionero. Pues le ofrezco mi alazán en cambio, respondió D. Pedro, como recuerdo de que también fui prisionero de Vd. 125 Montó en seguida en el hermoso caballo, saltó Aliatar sobre el alazán, hizo a Leal la última caricia, y exclamando, ¡Que Alá los guarde! se marchó a galope tendido.