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Escapósele á Zadig en aquellos instantes en que los mas no dicen palabra, ó solo dicen palabras sagradas, clamar de repente: LA REYNA; y creyó la Babilonia, que vuelto en en un instante delicioso le habia dicho REYNA MIA. Mas Zadig, distraido siempre, pronunció el nombre de Astarte; y la dama, que en tan feliz situacion todo lo interpretaba á su favor, se figuró que queria decir que era mas hermosa que la reyna Astarte.

Hablaba con el señor Fermín queriendo averiguar a qué iglesia de Jerez iba los domingos con María de la Luz, para oír misa... Al ver a la hija del capataz abstraerse, poniendo su pensamiento lejos, muy lejos, en el cortijo donde vivía Rafael, la buena señora interpretaba esta tristeza como un anhelo de recogimiento, y la ofrecía su protección.

Toda mi felicidad podía venir a tierra si a mi esposa le faltaba un poco de aplomo en el cerebro. «¿Será una mujer casquivana?», me preguntaba con miedo. Y cada vez la observaba con más atención, interpretaba escrupulosamente sus menores actos y palabras y me perdía en un mar de cavilaciones. Al cabo no pude menos de desahogarme.

Con la ingenua presunción de un hombre que no tiene una experiencia grande de las cosas de amor, interpretaba según su propio deseo el comportamiento de la señora Liénard, y vagas reminiscencias de novelas leídas en su juventud le hacían creer en una tierna y delicada premeditación por parte de la joven viuda.

Interpretaba al piano con envidiable maestría las más delicadas melodías de Beethoven, y fotografiaba con su cáustico lápiz, ó su correcta pluma, las costumbres filipinas. El tiempo que le dejaba libre el cuidado de un magnífico cafetal, lo repartía entre el amor de su esposa, el cariño de sus hijos, el estudio, y el preparado y conservación de sus colecciones.

Cualquier broma de Romadonga la interpretaba en el peor sentido, retorcía sus frases más sencillas, queriendo ver en ellas algún signo de desprecio. Y con el temperamento impetuoso de que estaba dotada, cuando menos podía esperarse armaba una gresca de dos mil diablos, le cubría de dicterios y le arrojaba de su presencia.

Interpretaba á su modo la Biblia, i no fué posible que se convirtiese i al fin murió impenitente i obstinado en la lei de Moisés.» I en los avisos de 9 de Agosto del mismo año, se lee tambien: «Dicen muchas cosas de aquel desventurado que se dejó quemar vivo por judaizante en el auto de Valladolid, i que se puso por nombre Júdas el creyente

Mi cabeza era un volcán: todo lo oía, todo lo interpretaba y mi cuerpo se debilitaba en aquellas horas de agitación y de fiebre. ¡Buenos Aires entero, con sus calles y sus plazas y su movimiento de hormiguero, bullía en mi imaginación calenturienta!

«Todavía al cabo de más de un siglo dice la nota del XVIII, copiada por D. Juan Gualberto Gonzalez, andan de boca en boca las graciosísimas ocurrencias por los sermones esparcidos, satíricos, estravagantes ó grotescos, con citas oportunas, aunque estupendas, de los sagrados textos, en que se descubre un buen ingenio y el don de aproximar las ideas que parecían más remotas, dándole ocasión las más de las veces el mero sonido de las palabras, que interpretaba á su manera

Miss Gordon necesitaba diariamente el alimento espiritual de la música. Tenía un piano en su salón y un rimero de partituras que la acompañaban en sus viajes. Jaime sentábase junto a ella, frente al teclado, y procuraba seguirla como acompañante en las piezas que interpretaba, siempre del mismo autor, del dios, del único.