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El cariño de Doña Juana hácia Felipe el Hermoso se aumentaba mas cada dia, por el modo de vivir que observaron, y por el buen comportamiento del archiduque, que como jóven, no pensaba en otra cosa que en los placeres; asi es que continuamente se hallaban en torneos, saraos y otras diversiones, con las cuales crecia mas la pasion de su jóven esposa, contemplando la gallardía y la destreza en las armas de su Felipe.

No sólo en el rostro, sino en los ademanes, los gestos y el timbre de voz parecía una copia exacta. Luego el niño, por su comportamiento en el colegio, principió a causarle vivos placeres: era inteligente y aplicado. Los maestros se mostraban de él muy satisfechos.

Sin temor ni escrúpulo de ninguna especie, violaban las reglas de buen comportamiento á que se sometían todos los demás, fumando á las mismas narices del alguacil de la población, aunque cada bocanada de humo habría costado buena suma de reales, por vía de multa, á todo otro vecino de la ciudad, y apurando sin ningún reparo tragos de vino ó de aguardiente en frascos que sacaban de sus faltriqueras, y que ofrecían liberalmente á la asombrada multitud que los rodeaba.

Cuanto mas necesario es para la conservacion y buen órden de los seres el cumplimiento de un deber, el Criador ha procurado asegurar mas dicho cumplimiento. El mundo se conserva, mas ó ménos bien, á pesar del mal comportamiento de los hijos; pero el dia que los padres se portasen mal, y olvidasen el cuidar de sus hijos, el linaje humano caminaria á su ruina.

Me han dicho que mi buen hermano está bien de salud y que mi pobre hijo Alfonso ha ganado dos premios por su aplicación en el estudio, y que sus maestros están muy satisfechos de su comportamiento. Esta última noticia me ha enorgullecido bastante. Ruego a Dios perdone mi vanidad, pues yo no he contribuido en nada a la creación de la bondad que en el fondo del alma de mi hijo existe.

He tenido días de gran oscurecimiento en mi cabeza; pero ya veo claro, y aunque imagino sofismas y sutilezas para desvirtuar tu comportamiento conmigo, no puedo. La verdad es más fuerte que mis cavilaciones.

A los diez y ocho años de edad era paje de Ruy Gómez de Silva, y a los treinta, gentilhombre del Rey, que le hizo acordar, más tarde, por su comportamiento en la flota, el hábito de Calatrava. Había estudiado en Salamanca, residido dos años en Milán y tres en Venecia. El recuerdo de esta ciudad le exaltaba todavía hasta el delirio.

Dio las gracias a la tripulación por su heroico comportamiento; dirigió algunas palabras a su cuñado Ruiz de Apodaca, y después de consagrar un recuerdo a su joven esposa, y de elevar el pensamiento a Dios, cuyo nombre oímos pronunciado varias veces tenuemente por sus secos labios, expiró con la tranquilidad de los justos y la entereza de los héroes, sin la satisfacción de la victoria, pero también sin el resentimiento del vencido; asociando el deber a la dignidad, y haciendo de la disciplina una religión; firme como militar, sereno como hombre, sin pronunciar una queja, ni acusar a nadie, con tanta dignidad en la muerte como en la vida.

A renglón seguido, sacó el joven a relucir el tema del casorio, y dijo tales cosas que Fortunata no pudo menos de rendir el espíritu a tanta generosidad y nobleza de alma. «Tu comportamiento decidirá de su suerte afirmó él , y como tu comportamiento ha de ser bueno, porque tu alma tiene todos los resortes del bien, estamos al cabo de la calle.

No puede, es verdad, oponer datos á datos, reflexiones á reflexiones, cálculos á cálculos; pero el discernimiento, el tacto que le caracteriza, desenvueltos por la observacion, y por la experiencia, le estan diciendo con toda certeza, que muchos datos son imaginarios, que el cálculo es inexacto, que no se llevan en cuenta muchas eventualidades desgraciadas, no solo posibles sino muy probables; su ojeada perspicaz ha descubierto indicios de mala fe en algunos que intervienen en el negocio, su memoria bien provista de noticias sobre el comportamiento en otros asuntos anteriores, le guia para apreciar en su justo valor la inteligencia y la probidad, que tanto le ponderaba el proyectista.