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Pero el comportamiento del Príncipe en los últimos tiempos no era para acoger tal hipótesis. Si de las declaraciones de Julia Pico resultaba que recientemente Zakunine había sido bueno con su antigua querida, también era cierto que había continuado viviendo lejos de ella.

Recordábamos el comportamiento heroico, la acometividad, la audacia y el valor casi salvaje que habían desplegado los hombres de piel obscura en nuestras guerras emancipadoras, y llegamos en nuestra exaltación tropical á creer que eran ellos los únicos cubanos capaces de soportar sin abatirse las crudezas de una campaña militar bajo los abrasadores rayos del sol de los trópicos.

Pero a medida que trepaban se les rechazaba a culatazos y caían en sus propias filas como un pedrisco. En tal ocasión, pudo preciarse el ejemplar comportamiento del anciano leñador Rochart. El solo hizo rodar por tierra a más de diez hijos de la vieja Germania; los cogía por debajo de los brazos y los arrojaba al camino. Materne tenía la bayoneta viscosa de sangre.

Por decir algo, expresó su agradecimiento al Sr. de Mayoral, que así nombraban al clérigo erudito, y añadió que ya había reconocido en el otro señor sacerdote al benéfico D. Romualdo. «Ya le he dicho también agregó Mayoral , que es usted criada de una señora que vive en la calle Imperial, y prometió informarse de su comportamiento antes de recomendarla...».

Apresúrate, Perla, ó me incomodaré, gritó Ester, quien, acostumbrada á semejante modo de proceder de parte de su hija en otras ocasiones, deseaba, como era natural, un comportamiento algo mejor en las circunstancias actuales. Salta el arroyuelo, traviesa niña, y corre hacia aquí: de lo contrario yo iré á donde estás.

Doña Magdalena, adorada con el velo y despreciada con el rostro descubierto, tiene celos, pues, con razón, de misma, y ofendida del comportamiento de su prometido, resuelve castigar la tibieza de éste y premiar la fogosa pasión del amante. Tal es el argumento de esta comedia, notable por sus muchas y divertidas escenas.

Bien conocida es la historia de la originalísima mujer doña Catalina de Erauso, monja en San Sebastián, que mal avenida con su sexo, se fugó del convento en 1607, á la edad de quince años, y disfrazada de hombre, marchó á Indias, donde siguió por mucho tiempo una vida llena de lances y aventuras, que no es del caso recordar, sentando después plaza en el ejército, donde por su valiente comportamiento y los muchos hechos de armas en que tomó parte, logró el grado de alférez.

Yo adoro a la señorita Florentina.... Me parece que no es de carne y hueso como nosotros y que no merezco ni siquiera mirarla.... Pues, hija, eso podrá ser verdad, pero tu comportamiento no quiere decir sino que eres ingrata, muy ingrata.

Parte no menos activa tomó en la guerra fratricida que llenó de luto a las familias de España: no queremos recordar hechos que para bien de unos y otros quisiéramos ver borrados del universal libro de la Historia; consignemos solo que en los dos bandos diéronse pruebas de valor y hubo verdaderos héroes; como también hubo distinguidas heroínas en la provincia de Teruel; tal fue en Montalban Manuela Cirugeda, de veintidos años, hija de la misma villa, que sirvió en el sitio de esta como el nacional mas denodado, corriendo los puestos de mayor peligro, hasta del cansancio y las fatigas, se le originó una enfermedad, de que sanó en la sala de distinguidos del hospital de Zaragoza; tal fue, por último, la heroína de Monreal del Campo, Francisca Latorre, de cuarenta y un años, que mereció y obtuvo la Cruz de San Fernando por su heroico comportamiento.

Lo que propiamente llamamos amor, la verdad, Fortunata no lo sentía por su amigo; pero le tenía respeto, y el cariño apacible a que era acreedor por su hidalgo comportamiento. Teníale ella por la persona más decente que había tratado en su vida. ¡Y cuánto sabía! ¡Qué experiencia del mundo la suya, y con qué habilidad se las gobernaba!