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Santa Teresa de Jesús. El toledano vengado. La despreciada querida. Comedia jamás vista, de Lope. A la conclusión se lee: «Escrito por Lorenzo de los Rios en Fregenal, año de 1628La mayor dicha en el monte. Quien bien ama tarde olvida, con la fecha del año 1624. En los indicios la culpa, del año 1620, quizás autógrafa. Los novios de Hornachuelos.

Uno de sus desahogos favoritos era encresparse la melena blanca, que debiera ser albo nimbo de su ancianidad. Con la voz temblequeante de despecho, inquirió: Y ¿le has ofrecido mi hija?... ¡Mi hija despreciada por ese advenedizo, un hijo de mala madre, ladrón, asesino!... Carmen cerró los ojos, se tapó los oídos, se encogió en su silla pequeña, toda confundida y horrorizada.

¡De qué peso no libró a mi pecho aquella explicación! Todos estaban emocionados, cohibidos; mi madre, el señor de Montbreuse, Eudoxia misma, guardaban un silencio respetuoso. Tal es el imperio de la bondad y de la inocencia. No había ni una de aquellas almas soberbias que no se humillase involuntariamente ante aquella joven un momento antes despreciada.

Y continuó soltando infamias contra la novia de Rafael, sin que éste se inmutase. El aperador deseaba verla así; sentíase de este modo más fuerte para resistir a la tentación. La Marquesita, completamente ebria, insistía en sus insultos con la ferocidad de la mujer despreciada, pero sin separarse de él. ¡Cobarde! ¿Es que no te gusto?...

Sentía la necesidad de convencerse á misma de que aún guardaba su antiguo poder de seducción, trastornando la existencia del joven ingeniero... Y ahora debía sufrir cruelmente en su vanidad, al verse despreciada por el único hombre que había llegado á interesarle en este desierto. Robledo acabó por compadecer á la esposa de Torrebianca con una conmiseración algo despectiva.

eres libre... hasta cierto punto: yo soy dueño de mis acciones, y en paz, o damos el gran escándaloTe hablaría de . Por indirectas. Me dijo que gastaba demasiado, que en casa se debía la mar, que ella estaba humillada, despreciada, que las chicas se iban a quedar sin tener qué comer... y ¡lo que más me enfurece! se echó a llorar. Para que te ablandases. Pues no me ablandé.

En cuanto a Chipichipi, legábale su padre el sombrero de copa. Imagínese el júbilo de la cónyuge y de los hijos mayores, y el enfado del Benjamín de la casa. ¿Para qué quería él un sombrero viejo, sucio y de forma tan poco artística? Invadió el ánimo del príncipe tal furia, que echó al suelo la despreciada prenda y propinóle un fuerte puntapié.

Poco a poco, las mujeres dejaron de asomarse a la puerta de los Luna para ver a Sagrario inclinada ante la máquina, y la muchacha siguió su vida laboriosa y triste. Gabriel salía poco de la habitación. Pasaba los días enteros al lado de la joven, queriendo reemplazar con su presencia el hostil alejamiento del padre. Le dolía que se viese en su propia casa tan despreciada y sola como en el mundo.

Tal vez habría pagado mucho en aquel momento de desaliento, por una palabra de bondad, de interés, y hasta de compasión, de aquella mujer tan despreciada en otro tiempo... Tal vez esperaba encontrarla en aquella contestación esperada...

Es estúpido decía el ser pobre y depender de la primer tonta que se presente... Porque tiene dinero y lo paga, cree tener derecho para decírselo a una todo, a no ahorrarle humillaciones ni críticas, a exasperarla con sus consejos de idiota y a aplastarla bajo la enorme y pesada superioridad de su fortuna... Juventud, ingenio, talento, belleza, todo, absolutamente todo, es juzgado, medido y pesado desdeñosamente por cualquier imbécil encaramado en sus sacos de pesos, desde donde dominan a la despreciada multitud de los pobres diablos de uno y otro sexo...