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Felizmente, don Fernando, todavía llevo la espada al cinto para pelear al Demonio si se atreve conmigo repuso gallardamente el gascón, desnudando su toledano estoque y acometiendo con él a un enemigo invisible... Cuando lo volvió a envainar, agregó, decidor: Pero es ridículo que no aprovechemos estas cortas vacaciones y que, mientras pudiéramos divertirnos, nos quedemos aburriéndonos aquí, con las solemnes caras de tontos que teníamos en los retratos... ¡Bebamos por mis pecados!

Ora llaman la atencion las preciosas joyas, los encajes, los primorosos abanicos, las esculturas en yeso y madera, las hermosas bandas, las caprichosas polainas, las mantas, capas y chaquetas ó chaquetones de uso popular, los jaeces raros, los pellones de monturas, los bellos tapices y las alpargatas de todas formas; ora se interesa uno en observar las armas de fabricacion indígena, desde la navaja casi microscópica hasta el gran puñal morisco, el sable de estilo toledano y la fabulosa y temible navaja de tres cuartas de longitud que asusta por ámbas extremidades.

«Eleazar, archisinagogo ó presidente de la Synagoga i gente española en Jerusalen, i los ancianos de su consejo, á Leví archisinagogo toledano, y á los ancianos Samuel i Josef, salud en el Dios de Israel.

El lujo suntuoso de la gran dama madrileña ó toledaña, cubierta de terciopelos, de ricos encajes y de joyas, tiene que frotarse allí contra la capa raida de paño ya pelado, un tiempo carmelita claro y luego de un amarillo mugriento inescrutable, que es el ornamento indispensable del toledano, obrero, tratante ó mendigo, así como del manchego y todos los habitantes de las dos Castillas.

Y el pobre muchacho apretaba con mano crispada su junquillo, que para su imaginación era «toledano acero», y pensaba desordenadamente en Lope de Vega, Quevedo, Cervantes y Lord Byron; en todos los grandes hombres que, según frase de Andresito, habían tenido malas pulgas, y lo mismo escribían que daban una estocada.

En el bello elogio que hace Enrique Heine de nuestro egregio compatriota el Rabi Jehuda ben Leví de Toledo, después de ponderar las altas dotes de aquella alma, llega a suponer que el mismo Dios al crearla, la besó prendado de su hermosura, y que el eco del beso divino resuena con inmortal resonancia en los versos del vate toledano.

Era una ciudad muy distinta de su ciudad natal. Avila, a más de ser tan reducida, era neta y comprensible. En cambio, nada más fácil que extraviarse en el toledano arabesco de callejuelas. Aquí el cielo se veía casi siempre como desde el fondo de un foso y su añil sobrecargado se recortaba estrechamente entre el doble cobertizo negruzco de los aleros.

Desde el año 316 se hace ya frecuente mención de las antífonas y responsos . El canon 14 del cuarto concilio toledano habla de una costumbre religiosa nacional, observada especialmente en las iglesias en las fiestas de los mártires y en la del domingo, en las cuales se cantaba en ellas el himno de los tres mancebos dentro del horno . Otra ceremonia, digna de ser recordada por su índole mímica, era la del lavatorio de los pies de los pobres de cada diócesi por su obispo, celebrada el Jueves Santo . Puede decirse que casi todas estas fiestas religiosas, en que comienzan á aparecer los primeros elementos dramáticos, se introdujeron en España desde el siglo V. Frecuentes y suntuosas fueron también las procesiones ; y al paso que estas ceremonias del culto satisfacían la afición á los espectáculos, se introducían en las iglesias otros enteramente mundanos, como cánticos, danzas y bufonadas . El concilio toledano del año 633 prohibió la fiesta de los locos .

El valiente toledano celebra á D. Francisco de Ribera, famoso marino del tiempo de Felipe III. Esta comedia, en que el duque de Osuna aparece en el teatro, hubo acaso de representarse en vida del tan renombrado virrey de Nápoles, puesto que, después de su caída, no es de presumir que se le alabase tanto.

Hay, al contrario, documentos que lo prueban, como un acuerdo del ayuntamiento de Carrión de los Condes, del año de 1568, del cual se desprende que el día de Navidad habían de representarse dos autos al menos , sacados de las Sagradas Escrituras, y los cánones del concilio toledano de 1565 y 1566, que casualmente confirman otros análogos del concilio de Aranda, celebrado un siglo antes.