United States or Western Sahara ? Vote for the TOP Country of the Week !


Doña Inés agradeció con su mejor sonrisa, mientras proseguía el vizconde: ¡Sobre todo, que las mujeres de España cuando tienen también su poquito de sangre francesa, como mi nieta doña Inés! No seáis adulador, vizconde repuso ésta, irónicamente. Tal vez si me vierais bajo mi estatua yacente que está en la catedral de Ávila...

La cuadra se llenaba de sombra; pero la hija del escudero no tardó en presentarse, protegiendo con su mano las llamas de un dorado velón, y alumbrada ella misma como imagen entre cirios. En pocos años, la letárgica mansión habíase convertido en la más visitada y rumorosa de Avila del Rey.

Era una de esas portadas enfáticas y señoriles, tan comunes en Avila de los Caballeros. Formaban el dintel inmensas dovelas de un solo trozo, abiertas en semicírculo y encuadradas por gótica moldura rectangular.

Avila resplandecía en el oro húmedo y blanquecino de la mañana, como una pequeña Jerusalén. La religiosa emoción la henchía, la perfumaba. Las flores de los árboles, asomando por encima de las tapias, pendían sobre las callejuelas. Impaciente alegría parecía bajar de las campanas silenciosas y difundirse sobre todo el caserío.

Burgos del antigua espada del Cid por tantos escrita, Córdoba de su Mezquita, y de su Alhambra, Granada; de sus sepulcros León, Avila del fuerte suelo, Madrid de su hermoso cielo, salud y buena opinión; y de su hermoso Arenal sólo se precia Sevilla, que es vistosa maravilla y una plaza universal.

El 21 de octubre, a la vez que el ejército real, de paso para Francia, penetraba en Aragón, aparecieron en Avila, pegadas a las puertas o paredes de la Iglesia Mayor, del templo de San Juan, de las Carnicerías Nuevas, de la casa de los Valderrábano y en otros sitios públicos de la ciudad, siete copias de aquel sedicioso pasquín que Ramiro y el Canónigo oyeron leer una tarde a don Enrique Dávila en el piso bajo del caserón.

Fue también el escudero quien le contó por primera vez, ante la Puerta de la Mala Ventura, la historia de los sesenta rehenes de Avila, cuyas cabezas hizo hervir en aceite el Rey Alfonso el Batallador; así como el arrogante sacrificio de Blasco Ximeno, que fuese a retar, a su propio campo, al Rey alevoso y perjuro.

En seguida, con voz velada, misteriosa, agregó: Está en palabras harto ascondidas. Declaró entonces que ella no hubiese alcanzado nunca su sentido a no ser la ayuda de un hombre que se hallaba entonces en Avila. Ramiro, al oír aquella última frase, cambió de postura sobre los almohadones, y su mirada expresó una curiosidad impaciente.

A Santa Cruz las cartas llegan breve; El Avila ha ayudado en esta parte, Causando que se haga lo que debe Hacerse, aunque siguiera el estandarte Contrario: mas agora no se atreve, Por ver del de Toledo la grande arte, Y que el D. Diego está sin pies y manos, Y aquellos que le siguen son tiranos.

Apúrase en él la materia de tal manera, que sólo me atrevo á añadir las dos notas siguientes: La comedia de Vicente Suárez, Amor, ingenio y mujer en la discreta venganza, en la cual se mencionan muchos títulos de comedias, está impresa en la Parte primera de los donaires de Terpsícore, compuesta por D. Vicente Suárez de Deza y Avila, ugier de Saleta de la Reina, fiscal de las comedias en esta corte: Madrid, 1663.