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Actualizado: 8 de junio de 2025
Pero aquellas palabras le hicieron considerar más tarde, cuando se retiró a su casa, que estaba causando mucho mal a Rosa: se echó justamente la culpa de lo que la pasaba: convino consigo mismo en que su comportamiento dejaba mucho que desear en la ocasión presente: consideró que sería más noble apartarse de ella pronto, antes que sintiese un verdadero y fuerte interés por él; y, por último, falló que a los quince días justos, a contar del de la fecha, se despediría de aquellas altas montañas, verdes praderas y río cristalino, para la villa y corte de Madrid.
Callóse un momento, y a poco empezó de nuevo . ¡Bueno!... volviendo a nuestro casamiento, mi querido señor Fabrice, va usted a casarse con una persona de la que me veo obligada a hacer las mejores ausencias... Su conducta y comportamiento desde que está a mi lado han sido positivamente ejemplares, como habrá podido juzgar por usted mismo... Beatriz posee cualidades mil que yo aprecio infinito... y, a pesar de eso, si me hubiera usted hecho el honor de consultarme antes de ofrecerle su mano, quizás me habría visto obligada en conciencia a quitar a usted su idea de la cabeza.
Con la ingenua presunción de un hombre que no tiene una experiencia grande de las cosas de amor, interpretaba según su propio deseo el comportamiento de la señora Liénard, y vagas reminiscencias de novelas leídas en su juventud le hacían creer en una tierna y delicada premeditación por parte de la joven viuda.
La magna cuestión de la herencia los unía momentáneamente. Clementina visitaba mañana y tarde a su padre. Osorio también iba con frecuencia al palacio de Requena. Uno y otro prodigaban al viejo mil atenciones, compadecían su soledad, le mimaban. Había en su comportamiento cierta familiaridad afectuosa que cuadraba muy bien a unos hijos que van a proteger la venerable ancianidad de un padre.
Tendió la mano a Blanca, y le dijo con voz franca y natural: Prima, no deseo más que vuestra felicidad, y espero que seguiremos siendo siempre buenos amigos. Pero este comportamiento de héroe de comedia, no le libraba de sentir hondo pesar. Sus visitas al Pavol, fuéronse haciendo cada día más raras, y le notaba muy cambiado, moral y físicamente.
Tanta crueldad dispierta un sentimiento contrario: «este comportamiento seria ignoble, seria infame, se dice el nombre á sí mismo; esto repugna hasta al amor propio. ¿Pues qué? ¿yo he de gozarme en el abatimiento, en el perpetuo infortunio de una familia? ¿No seria para mí un remordimiento inextinguible la memoria de que con mis manejos he sumido en la miseria á sus hijos inocentes, y hundido en el sepulcro á sus ancianos padres?
Palabra del Dia
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