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Cien veces mas infeliz que , respondió Zadig. ¿Cómo puede ser, decia el buen hombre, que sea el que da mas digno de lástima que el que recibe? Porque tu mayor desgracia, replicó Zadig, era la necesidad, y la mia pende del coraron. ¿Os ha robado Orcan á vuestra muger? dixo el pescador.

Paseándose un dia junto á un bosquecillo, vió venir corriendo un eunuco de la reyna, acompañado de varios empleados de palacio: todos parecian llenos de zozobra, y corrian á todas partes como locos que andan buscando lo mas precioso que han perdido. Mancebo, le dixo el principal eunuco, ¿vísteis al perro de la reyna? Respondióle Zadig con modestia: Es perra que no perro.

Zadig cobra en fin algún aliento, se para, esquiva un golpe de Otames, no le da vagar, le derriba, le desarma, y Otames exclama: Caballero blanco, á vos es debido el trono de Babilonia. No cabia en la reyna de alborozo. Lleváron al caballero azul y al caballero blanco, á cada uno á su aposento, como habian hecho con todos los demas, cumpliendo con lo que mandaba la ley.

Iban tras de él el caballerizo mayor y todos sus subalternos con no ménos premura que el primer eunuco tras de la perra, Dirigióse el caballerizo á Zadig, preguntándole si habia visto el caballo del rey.

Zadig, por ponerlos conformes, les dixo: Pues no comamos grifo, si grifos hay; y si no los hay, ménos los comerémos, y así obedecerémos á Zoroastro.

Diciendo esto bebia con tanto aliento, y de tal manera confundia las ideas todas, que no pudo Zadig sacar de él cosa ninguna mas. Estaba confuso, pensativo y sin movimiento, miéntras que bebia Arbogad y contaba mil historietas, repitiendo sin cesar que era el mas venturoso de los hombres, y exhortando á Zadig á que fuera tan dichoso como él era.

Paróse Zadig y le hizo una profunda reverencia, á que correspondió el ermitaño de manera tan afable y tan noble, que á Zadig le vino la curiosidad de razonar con él. Preguntóle qué libro era el que leía. El libro del destino, dixo el ermitaño: ¿quereis leer algun trozo?

Quiso ver Zadig qué era lo que escribia: arrimóse, y vió una Z, luego una A, y se maravilló: despues leyó una D, y le dió un vuelco el corazon; mas nunca fué tanto su pasmo, como quando leyó las dos postreras letras de su nombre.

Ni al caballerizo mayor ni al primer eunuco les quedó duda de que habia robado Zadig el caballo del rey y la perra de la reyna; conduxeronle pues á la asamblea del gran Desterham, que le condenó á doscientos azotes y seis años de presidio.

Representó Zadig á Setoc quan opuesto era tan horrible estilo al bien del humano linage; que cada dia dexaban quemar á viudas mozas que podian dar hijos al estado, ó criar á lo ménos los que tenian; y convino Setoc en que era preciso hacer quanto para abolir tan inhumano estilo fuese posible.