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Señor, replicó este, vuestra magestad es el único que la merece, y quien ha hecho la mas inaudita accion, pues siendo rey no se ha indignado contra su esclavo que contradecia su pasion. Todos celebráron admirados al rey y á Zadig.

El perro y el caballo. En breve experimentó Zadig que, como dice el libro de Zenda-Vesta, si el primer mes de matrimonio es la luna de miel, el segundo es la de acibar. Vióse muy presto precisado á repudiar á Azora, que se habia tornado inaguantable, y procuró ser feliz estudiando la naturaleza.

Respondióle Zadig lo mismo que acerca del ministro de hacienda. Señor, dexadlo á mi cargo; pero permitidme primero que disponga de todas las riquezas que se expusiéron en la galería de la tentacion, y no dudeis de que os daré buena cuenta de ellas, y no perderéis un ardite.

Entretanto Zadig conocia que estaba distraido quando daba audiencia, y quando juzgaba; y no sabia á qué atribuirlo: esta era su única pesadumbre.

Presentóse el postrero Zadig, y con mucho donayre sacó de los estribos á quatro ginetes uno en pos de otro; con esto empezó la lid entre Zadig y Otames. Este traía armas de azul y oro con un penacho de lo mismo; las de Zadig eran blancas.

Volviendo en Zadig le prometió servirle en su amor como habia hecho en real hacienda, aunque parecia la empresa mas ardua todavía. Los ojos azules.

Zadig le dixo: Habeis jugado á la pelota, y no os habeis hartado: sabed que no hay tal basilisco en el mundo; que un hombre sobrio y que hace exercicio siempre vive sano, y que tan imaginado es el arte de amalgamar la gula con la salud como la piedra filosofal, la astrología judiciaria, y la teología de los magos.

De tener mas paciencia me habíais dado palabra, interrumpió el ermitaño: sabed que debaxo de los escombros de aquella casa á que ha pegado fuego la Providencía, ha encontrado su dueño un inmenso tesoro; sabed que este mancebo ahogado por la Providencia habia de asesinar á su tia de aquí á un año, y de aquí á dos á vos mismo. ¿Quién te lo ha dicho, inhumano? clamó Zadig; ¿y aun quando hubieses leido ese suceso en libro de los destinos, qué derecho tienes para ahogar á un muchacho que no te ha hecho mal ninguno?

Tenia que ir Setoc para negocios de su tráfico á la isla de Serendib; pero el primer mes de casados, que, como ya llevamos dicho, es la luna de miel, no le dexó ni separarse de su muger, ni aun presumir que podria separarse un dia de ella. Rogó por tanto á su amigo Zadig que hiciera por el este viage. ¡Ay! decia Zadig: ¿con que aun he de poner mas tierra entre la hermosa Astarte y yo?

Dixéronse entónces Astarte y Zadig quanto á los mas generosos y apasionados pechos pudiéron inspirar afectos tanto tiempo contrarestados, y tanto amor, y tanta desdicha; y los genios que al amor presiden lleváron las razones de ámbos á la esfera de Vénus. Tornáronse á la quinta de Ogul las mugeres sin haber hallado nada.