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La gente decia: El mayor queria mas á su padre, y el menor quiere mas á su hermana: las treinta mil monedas se deben dar al mayor. Llamó Zadig sucesivamente á los dos, y le dixo al mayor: No ha muerto vuestro padre, que ha sanado de su última enfermedad, y vuelve á Babilonia. Loado sea Dios, respondió el mancebo; pero su sepulcro me habia costado harto caro. Lo mismo dixo luego Zadig al menor.

No lo echaba Zadig de poeta; sentia empero en el alma verse condenado como reo de lesa-magestad, y dexar dos amigos y una hermosa dama en la cárcel por un delito que no habia cometido. No lo permitiéron alegar nada en su defensa, porque el libro de memoria estaba claro, y que así era estilo en Babilonia.

Desde entónces la reyna empezó á mirarle con una complacencia que podia acarrear graves peligros á ella, á su augusto esposo, á Zadig y al reyno entero, y Zadig á creer que no es cosa tan dificultosa vivir feliz. El generoso.

Fué admitida la propuesta, y se partió Astarte para Babilonia en compañía del criado de Zadig, prometiéndole que le despacharia sin tardanza un mensagero, para informarle de quanto hubiese sucedido.

A la hora de mediodia se presentó el ermitaño á la puerta de una casuca muy mezquina, donde vivia un rico avariento, y pidió que le hospedaran por pocas lloras. Recibióle con áspero rostro un criado viejo mal vestido, y llevó á Zadig con el ermitaño á la caballeriza, donde les sirviéron unas aceytunas podridas, un poco de pan bazo, y de vino avinagrado.

No bien hubiéron dado la sentencia, quando pareciéron el caballo y la perra, de suerte que se viéron los jueces en la dolorosa precision de anular su sentencia; condenaron empero á Zadig á una multa de quatrocientas onzas de oro, porque habia dicho queno habia visto habiendo visto.

Los zelos. De su misma dicha vino la desgracia de Zadig, pero mas aun de su mérito.

Viendo Zadig que era cosa muy peligrosa el saber en demasía, hizo propósito firme de no decir en otra ocasion lo que hubiese visto, y la ocasion no tardó en presentarse. Un reo de estado se escapó, y pasó por debaxo de los balcones de Zadig.

Salió del serrallo de Zadig habiendo recibido espléndidos regalos, y fué á contar esta aventura á la envidiosa, que era su íntima amiga, la qual quedó penetrada de dolor por la preferencia.

Nunca ha corrido tiempo mejor para robar, desde que ha sido muerto Moabdar, y que anda en Babilonia todo alborotado. ¡Moabdar ha sido muerto! dixo Zadig: ¿y que se ha hecho la reyna Astarte?