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Sin asomo de ironía, con voz viril aunque trémula, don Mariano trató de consolar a la que hubo de ser su cuñada... ¡Los papeles se invertían!... No llore Laura... le rogó. Yo le agradezco su amistad y su benevolencia... No me olvidaré en la vida de lo que acaba de decirme... ¡Es usted muy buena!... Y para demostrar mejor su agradecimiento, tomole la mano y se la besó respetuosamente.

Dicho esto, rogó al bachiller que, si era poeta, le hiciese merced de componerle unos versos que tratasen de la despedida que pensaba hacer de su señora Dulcinea del Toboso, y que advirtiese que en el principio de cada verso había de poner una letra de su nombre, de manera que al fin de los versos, juntando las primeras letras, se leyese: Dulcinea del Toboso.

»Pero lo que hizo fue poner el codo sobre el brazo de la silla y la mano abierta en la mejilla, y, pidiendo perdón a Camila del mal comedimiento, dijo que quería reposar un poco en tanto que Anselmo volvía. Camila le respondió que mejor reposaría en el estrado que en la silla, y así, le rogó se entrase a dormir en él.

Miranda tendió la vista por todos lados, hincó sus pupilas en su mujer, en el jesuita, en el doctor.... Después cogió a estos dos de la mano y les rogó tartamudeando, que le concediesen una conferencia de algunos minutos. Pasaron a la habitación inmediata, y Lucía quedó sola con el cadáver. Pudo creer que era terrible pesadilla todo lo ocurrido.

Deseaba la muerte, la llamaba... ¡Ah, pobrecilla!... ¡Ah, señores!... Y me mandó afuera, me mandó... para estar libre... ¡para que no se lo leyese en la cara! ¡Ah, si hubiera estado junto a ella!... ¡Cuántas veces, pobrecita, cuántas veces, rogó a Dios que la hiciera morir!... ¡Y se ha matado!... repetía con voz aún más afligida, como si hasta ese momento hubiera podido dudar y esperar, y de repente recibiera la confirmación indudable de semejante desgracia. ¡Se ha matado!... ¡Está muerta! ¡Señor! ¡Señor!...

Además, la presencia de aquellas mujeres, y más especialmente la de León, le molestaba mucho. Rechazó, pues, con mal humor todas las instancias que le hicieron para que abriese su pecho, y les rogó, muy fruncido y encrespado, "que hiciesen el favor de no romperle más la cabeza". Con esto desistieron de reirse a su costa y la emprendieron con Manolita Dávalos.

Con esto dio el cabrero fin a su canto; y, aunque don Quijote le rogó que algo más cantase, no lo consintió Sancho Panza, porque estaba más para dormir que para oír canciones. Y ansí, dijo a su amo: -Bien puede vuestra merced acomodarse desde luego adonde ha de posar esta noche, que el trabajo que estos buenos hombres tienen todo el día no permite que pasen las noches cantando.

Aqui será mi Pira, aqui mi rogo, Aqui será QUINCOCES sepultado, Que tuvo en su crianza Pedagogo. Esto dixo el mezquino, esto escuchado Fue de la diosa con ternura tanta, Que volvió á componer el verdugado.

El hijo del pacífico burgués catalán se había alistado en un batallón de la Legión extranjera, compuesto en gran parte de españoles é hispanoamericanos. Blanes rogó al capitán que viese á su hijo.

Al entrar en Buenos Aires, siendo Provincial, le rogó su secretario el P. Juan de Alzola, que, á lo menos en aquella ciudad, se dejase ver con sotana un poco decente, pues la que llevaba estaba de muy desteñida, casi blanca, porque si no le obligaría á él á que se vistiese otra semejante.