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Actualizado: 15 de junio de 2025
Y más, que no tendré a deshonra la tal caballería, porque me acuerdo haber leído que aquel buen viejo Sileno, ayo y pedagogo del alegre dios de la risa, cuando entró en la ciudad de las cien puertas iba, muy a su placer, caballero sobre un muy hermoso asno.
Aqui será mi Pira, aqui mi rogo, Aqui será QUINCOCES sepultado, Que tuvo en su crianza Pedagogo. Esto dixo el mezquino, esto escuchado Fue de la diosa con ternura tanta, Que volvió á componer el verdugado.
Pero ¿cómo puede denigrarnos un muerto? Y si un muerto puede denigrarnos, entonces, ¿no habremos cometido una ligereza al matar a Ferrer? Por mi parte, yo creo que, en efecto, hemos cometido una gran ligereza, un descuido imperdonable. En vano sus enemigos dicen que Ferrer no era un sabio ni un pedagogo.
Si se va a fusilar a todos los españoles que no son sabios ni pedagogos, entonces ya puede el Gobierno solicitar un crédito extraordinario para comprar fusiles. Yo no conozco más que un pedagogo, D. Lorenzo Luzuriaga, y francamente, no creo que este querido amigo se divierta mucho cuando llegue a quedarse solo consigo mismo en una España despoblada por los fusilamientos. No.
Repuesto el indulgente lector de la sorpresa que le habrá causado tan extraña salutación, llegamos á la escalerilla, cuya puerta nos abre, entre mil reverencias, el sanguinario pedagogo; subimos media docena de toscos escalones, y entramos al fin en una pequeña sala donde nos hallamos al conocido alcalde de los largos colmillos, sentado ante la única mesa que allí hay, y á su derecha, pero de pie y á respetuosa distancia, al alguacil del concejo.
Ya la señorita está ataviada: un traje primoroso realza su figura: primor sobre primor. «Está elegantísima», observa la señora al esposo. «Sí, sí, dice éste, muy elegante, muy linda». Y recordando las palabras de un pedagogo argentino agrega: «Pero hay que ser también «paqueta» por dentro: que a la figura elegante no corresponda un espíritu deforme». La señora confía en que la niña será siempre muy buena. «Es nuestra hija», termina. «Es verdad, asiente el padre conmovido ; será buena, porque es nuestra hija».
El pedagogo, muy encariñado con el «Catecismo Político» de Pizarro Suárez, alegaba no sé qué razones, en favor de la tolerancia de cultos, y oponía a los dichos de su contrario algunos de aquellos argumentos protestantes tan usados por los periódicos a fines del 56 y principios del 57.
En cuanto el maestro subió al otro piso, el centenar de chiquillos comenzó á rebullirse, primero con cautela por si el pedagogo les jugaba, como de costumbre, alguna emboscada, y después con un estrépito y una confusión tales, que el vigilante nombrado por el maestro, y con omnímodas atribuciones, por cierto, viendo su autoridad atropellada, hubiera acudido en queja «al señor maestro» si se hubiera atrevido á penetrar en el sancta sanctorum de las casas consistoriales.
No, amigo; no hay que pretender eso que usted quiere. Nada de identificar la cuestión política con la cuestión religiosa. En seguida cerraba contra Venegas. Era de oirle cuando, en un estilo conciso, breve, incisivo, ponía en la picota los dislates del pedagogo que nada sabía a derechas y todo se volvía palabras sonoras y retumbantes.
A Ferrer no se le ha fusilado porque no era un pedagogo ni un sabio. Por lo menos, las obras de la colección Sempere se las había leído, y esto le ponía en un nivel de cultura muy superior al de los hombres que dispusieron su fusilamiento. Si se fusiló a Ferrer fue, al contrario, porque se le consideraba un sabio y un pedagogo, una especie de Giordano Bruno de la rambla de Canaletas.
Palabra del Dia
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