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Huete. Todas las oraciones y ceremonias de los Mahometanos acaban con el Salam ó Salutacion; la cual se hace tambien á los seres invisibles, como por ejemplo, á los dos ángeles que segun el Koran estan á derecha é izquierda de todo el que ora ó hace su azala. Hízola, segun refiere Al-Makkarí, al lado opuesto de la Puerta de los jardines del palacio de Córdoba. Alguado: lavatorio, ablucion.

D. Mariano Nougués Secall, fiscal del tribunal de justicia. Nota 2.ª Pág. 130. Tomo 1.º Cada oracion canónica consta de la invocacion, varios rikats, y salutacion. El rikat se compone de siete posiciones del cuerpo con diferentes oraciones; he aquí la forma con el tenor de la oracion. El cuerpo recto y las manos levantadas á la altura de las orejas, se dice: ¡Alláhou ak i bár! ¡Dios mui grande!

Juan de Toledo, á quien hemos visto promover con ardor la obra del nuevo crucero desde el segundo año de su inauguracion, ya que no podia dejar un recuerdo de lo que alcanzaba la composicion arquitectónica de su época dentro del templo, por hallarse este apenas comenzado, quiso dejarlo en su portada principal mirando al átrio, y quizás con este intento mandó construir el cuerpo de piedra que hoy existe sobre el arco llamado de las bendiciones en la Puerta de las Palmas, que ingreso á la nave central y mayor de la mezquita primitiva . Reconócese en esta obra á la primera ojeada la arquitectura del tiempo de Cárlos V, aun sin necesidad de leer la inscripcion dedicatoria del referido prelado á la salutacion angélica de nuestra Señora, que ocupa en ella un lugar muy preferente.

Luego, levantando sobre su cabeza la antorcha simbólica, queda a un lado la gigantesca Madona de la Libertad, que tiene por peana un islote. De mi alma brota entonces la salutación: «A ti, prolífica, enorme, dominadora. A ti, Nuestra Señora de la Libertad. A ti, cuyas mamas de bronce alimentan un sinnúmero de almas y corazones.

17 Me regocijo de la venida de Estéfanas y de Fortunato y de Acaico, porque éstos suplieron vuestra ausencia. 19 Las Iglesias de Asia os saludan. Os saludan mucho en el Señor Aquila y Priscila, con la Iglesia que está en su casa. 20 Os saludan todos los hermanos. Saludaos los unos a los otros con ósculo santo. 21 La salutación de , Pablo, de mi mano. Nuestro Señor ha venido.

El-Bayer, al halago de tal insinuación, dió una cabriola en el aire, y sacando los pies hacia adelante, se dejó caer verticalmente sobre sus nalgas, bajando y doblando al propio tiempo su cabeza hasta injertarla entre sus muslos; pero con tal arte, que ponía duda, si en su reverencia y salutación había más burla que respeto al Príncipe de los creyentes, dijo al demente: Yo soy un loco principiante, y como aprendiz no puedo dar en el hito del arcano de la Sultana; pero con un guijarro en la mano y poniéndome a ochenta pasos la frente de uno de estos sabios, te la abriré perfectamente, si es que allí presumes hablar y leer...

En las salvas de dos pequeños cañones que monta la María Rosario, mandamos una cortés salutación á los dormidos habitantes de Marianas, los cuales nos correspondieron izando bandera en el fuerte y armando botes en el puerto. A todo remo y en buena vela apareció por la desembocadura del canal un bote ballenero. Bandera flotaba en la popa y galones relucían en las bordas.

40 y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet. 41 Y aconteció, que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, 42 y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. 43 ¿Y de dónde esto a , que la madre de mi Señor venga a ?

Yo recibí la primera salutación del astro vivificador de la madre tierra como uno de los mayores beneficios que podía otorgarme el cielo en medio de la oscura soledad en que me veía, y mi tío se apresuró a aconsejarme que aprovechara la «escampa», que había de ser de larga «dura» por señales que él consideraba infalibles, para «hacerme a las armas y tomar la tierra como era debido y cuanto más antes». Diome con el consejo informes y programas que me parecieron excelentes; y como no tenía a mis alcances otros recreos más tentadores y de mi gusto, opté por lo que se me proponía, y me dispuse en el acto a echarme a la montaña, que vale tanto allí como en el mundo culto y refinado «echarse a la calle», es decir, a la ventura de Dios, «a matar el tiempo».

Como si aquellos monasterios durasen todavía; como si pudiéramos aun ver por allí la figura de aquel santo sacerdote que los visitaba y edificaba á todos; espiarla trepando hácia ellos por las mismas trochas y senderos que nosotros recorrimos, y perderse como una mota negra entre aquellos carrascales y encinares, enseñándonos el camino á todas las santas casas de la Sierra; duélenos no haber fijado nuestro albergue entre aquellas montañas de tan magníficos horizontes; é internándonos con la mente hasta la horrible soledad y montuosa aspereza donde estuvo edificado el famoso monasterio Armilatense, cuyas ruinas retrata todavía en su impetuoso nacimiento el Guadamellato, dirigimos á los gloriosos santos formados en sus claustros aquella misma salutacion afectuosa de Carlomagno á Paulo Diácono, monge de Monte Casino.