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Actualizado: 28 de junio de 2025


Veo por el contrario alzarse nubes de denso polvo en algunos parages de la Ajarquía. ¡La satánica obra de destruccion ha comenzado; publícase ya en la montaña con furibundas amenazas el feroz decreto llevado á cabo en las parroquias; y dentro de pocos dias los mas afamados cenobios, el Armilatense, el Tabanense y otros, no ofrecerán á nuestra vista mas que humeantes ruinas, y sangrientos despojos de mártires inmolados en ellos!

¡Cuántos recuerdos encierran estas ásperas cordilleras! Una de ellas, la mas oriental, lleva en su mas avanzado estribo el famoso convento de S. Francisco del Monte, que el caballero cordobés D. Martin Fernandez de Andújar fundó á peticion de D. Enrique III y de la reina D.ª Catalina cabe las ruinas del antiguo cenobio Armilatense.

Bien advierte Florez en su España Sagrada que esta distancia no concuerda con la de treinta millas, que es la que asigna S. Eulogio al monasterio Armilatense; pero haciéndose cargo de que podria tal vez haber error en los números, añade «que aunque el lugar no sea idéntico, es tan notable la observancia de los venerables padres franciscanos en aquella soledad, que pueden decirse herederos del espíritu y vigor de los antiguos

En uno de los altares de su iglesia se veneraba la imágen de Nuestra Señora de la Esperanza hallada entre las ruinas del famoso y antiguo monasterio Armilatense. El arco de la portería de este convento estaba sostenido por dos columnas de jaspe blanco que segun tradicion fueron sacadas de las mismas ruinas. Y siguen otros de no poca importancia fundados en los siglos XVI y XVII.

Como si aquellos monasterios durasen todavía; como si pudiéramos aun ver por allí la figura de aquel santo sacerdote que los visitaba y edificaba á todos; espiarla trepando hácia ellos por las mismas trochas y senderos que nosotros recorrimos, y perderse como una mota negra entre aquellos carrascales y encinares, enseñándonos el camino á todas las santas casas de la Sierra; duélenos no haber fijado nuestro albergue entre aquellas montañas de tan magníficos horizontes; é internándonos con la mente hasta la horrible soledad y montuosa aspereza donde estuvo edificado el famoso monasterio Armilatense, cuyas ruinas retrata todavía en su impetuoso nacimiento el Guadamellato, dirigimos á los gloriosos santos formados en sus claustros aquella misma salutacion afectuosa de Carlomagno á Paulo Diácono, monge de Monte Casino.

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