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El amor y las consecuencias que de él se desprenden constituyen el primer fin de la unión conyugal o sea del matrimonio. Tal es lo que se encuentra establecido en todas las legislaciones y muy particularmente en la canónica, que es la fuente más pura de todas ellas. La mujer, por consiguiente, obra más bien impulsada por la fantasía y el sentimiento, que por la razón...

En tiempo de los jesuitas había en cada uno de estos pueblos un cura que presentaba el gobernador de Buenos Aires, como vicepatrono de los treinta pueblos, al que daba la colación y canónica institución el obispo de Buenos Aires a los de los diez y siete pueblos del Uruguay, y el del Paraguay a los trece del Paraná.

Con esto llegamos al hotel, situado al otro extremo de aquella misma calle; elegimos habitaciones, que nos parecieron excelentes; y como entonces se nos advirtiera ó notificara de oficio que en aquel establecimiento se almorzaba á las once en punto, batimos palmas en señal de alegría, y tomamos en seguida la escalera abajo, á fin de aprovechar la hora y pico que faltaba para la canónica del almuerzo, en dar el primer paseo artístico por la ciudad de los Fonsecas y Maldonados.

D. Mariano Nougués Secall, fiscal del tribunal de justicia. Nota 2.ª Pág. 130. Tomo 1.º Cada oracion canónica consta de la invocacion, varios rikats, y salutacion. El rikat se compone de siete posiciones del cuerpo con diferentes oraciones; he aquí la forma con el tenor de la oracion. El cuerpo recto y las manos levantadas á la altura de las orejas, se dice: ¡Alláhou ak i bár! ¡Dios mui grande!

D. Francisco Javier Lizana, nació en Arnedo, Obispado de Calahorra, estudió gramática y filosofía con los jesuitas de Calatayud, jurisprudencia civil y canónica en la antigua Universidad de Oñate y en la no menos antigua de Zaragoza donde recibió los grados de Licenciado y de Doctor y el claustro le nombró Presidente de la numerosísima Academia de dicha facultad: fue Doctoral de Sigüenza, Penitenciario de Zamora, Gobernador de esta Mitra, Obispo Auxiliar del Arzobispado de Toledo, y después por nombramiento del Rey D. Cárlos IV, Obispo de Teruel en cuya ciudad hizo su entrada el cuatro de Diciembre de 1799; el mismo día, esplicó su celo por el decoro del Templo y dio orden de hacer colgaduras de terciopelo carmesí y galones de oro para el Presbiterio y de damasco para las columnas, colocándose todo a sus espensas: al día siguiente manifestó su misericordia y beneficencia, llevando la primera atención de sus visitas los pobres enfermos y encarcelados a quienes socorrió con largueza y con saludables exhortaciones que repetía casi todas las semanas, atrayendo con su ejemplo a muchos de los sacerdotes que le ayudaban en estas laudables tareas: manifestó mucho celo por las Iglesias de su Obispado, formó una Congregación de ministros del Señor para predicar al pueblo en la Iglesia del Seminario y sus oficinas fueron notables por la diligencia y acierto con que eran despachados cuantos asuntos afluían a ellas: en 1802 fue promovido al Arzobispado de Méjico, sintiéndose mucho en la provincia la ausencia de tan ilustrado y laborioso Prelado.