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Actualizado: 20 de julio de 2025
La Madrid, acribillado de once heridas, se había arrastrado hasta unos matorrales, donde su asistente lo encontró delirando con la batalla, y respondiendo al ruido de pasos que se acercaban: «¡No me rindo!» Nunca se había rendido el coronel La Madrid hasta entonces. He aquí la famosa acción del Tala, primer ensayo de Quiroga fuera de los términos de la provincia.
Decíase él a sí: -Si yo, por malos de mis pecados, o por mi buena suerte, me encuentro por ahí con algún gigante, como de ordinario les acontece a los caballeros andantes, y le derribo de un encuentro, o le parto por mitad del cuerpo, o, finalmente, le venzo y le rindo, ¿no será bien tener a quien enviarle presentado y que entre y se hinque de rodillas ante mi dulce señora, y diga con voz humilde y rendido: ''Yo, señora, soy el gigante Caraculiambro, señor de la ínsula Malindrania, a quien venció en singular batalla el jamás como se debe alabado caballero don Quijote de la Mancha, el cual me mandó que me presentase ante vuestra merced, para que la vuestra grandeza disponga de mí a su talante''?
Lord Gray no ha vuelto por casa; nadie sabe dónde está, y es probable, que haya marchado a Inglaterra. Creo que en efecto se ha marchado a su país. Te advierto que mi novia no me puede ver ni pintado; pero eso no hace al caso. Mi madre me ha bloqueado por mar y tierra, y yo me rindo, chico, me rindo a discreción. Con mi señora mamá no hay burlas, amiguito.
No tengo inconveniente en decirlo: mis vigilias, mis anhelos, todos mis afanes materiales han sido y aun son para mis hijos; pero lo demás.... ¡Ah!; lo demás, incluso el traje, como usted está viendo, todo lo rindo en honor de aquellos felices tiempos de mi juventud.
Los principios inmutables, á los que rindo fervoroso culto, me impiden haceros ninguna clase de ofrecimiento de los que tanto abundan, por desgracia, en los manifiestos políticos. Tales ofrecimientos no pueden menos de ser para todo hombre de recto sentido altamente inmorales, pues casi siempre se fundan en el privilegio y la injusticia.
Mi dulce musa, que el dolor inspira, hoy entona canción de amargo acento y pulsando las cuerdas de la lira triste responde al nacional lamento, lamento por los aires repetido que es a la vez plegaria y es gemido. De España en el pendón, siempre glorioso, miro negros crespones, fúnebres galas de terrible luto; por eso entono triste mis canciones, por eso rindo amante mi tributo.
Pero me gusta dar a cada cual lo que merece, y no tengo todavía bastante franqueza con usted, que es caballero y hombre de mundo, para recibirle en mi casa, por primera vez, vestido de carretero. Va, pues, con usted, como ha ido antes con otros, este ceremonial; y no me lo agradezca, porque es deuda de homenaje que le rindo muy gustoso.
Opino, sin embargo, que en este punto hay también exceso, y que hemos pasado, sin razón, de un extremo á otro, de las aventuras estupendas, increíbles, con que los antiguos narradores sazonaban sus creaciones, al insulso prosaísmo que hoy se advierte. La vida es bella; los hechos tienen un valor absoluto. Son estas verdades á las que rindo culto lo mismo en teoría que en la práctica.
Es decir, que yo no le rindo homenaje a Julio Antonio por la simple razón de que Julio Antonio no es un imbécil; y esto, que quizás parezca un rasgo de humorismo, no es, después de todo, ni más ni menos que lo que se viene haciendo en las llamadas «esferas oficiales».
Con toda mi alma, dixo Candido, y la levantó del suelo. Ahora quiero que me la ponga, continuó la dama, y Candido se la puso. Mire vm., repuso la dama, vm. es extrangero: á mis amantes de Paris los hago yo penar á veces quince dias seguidos, pero á vm. me rindo desde la primera noche, porque es menester tratar cortesmente á un buen mozo de Vesfalia.
Palabra del Dia
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