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Actualizado: 12 de julio de 2025


Miráronse uno y otro, al pronunciar estas palabras, con un pasmo y una alteracion que no podian contener en el pecho. ¿De qué pais de Alemania es vm.? dixo el jesuita. De la sucia provincia de Vesfalia, replicó Candido, natural de la quinta de Tunder-ten-tronck. ¡Dios mio! ¿es posible? exclamó el comandante. ¡Qué portento! gritaba Candido. ¿Es vm.? decia el comandante.

Todos quantos caminantes topaba Candido en los mesones le decian: Vamos á Paris. Este general prurito le inspiró al fin deseos de ver esta capital, en lo qual no se desviaba mucho de la dirección de Venecia. Entró por el arrabal de San Marcelo, y creyó que estaba en la mas sucia aldea de Vesfalia.

Estaba Candido como extático oyendo estas razones, y decia para : Muy distinto pais es este de la Vesfalia, y de la quinta del señor baron; si hubiera visto nuestro amigo Panglós el Dorado, no diria que la quinta de Tunder-ten-tronck era lo mejor que habia en la tierra. Cierto que es bueno viajar.

En la quinta del Señor baron de Tunderten-tronck, título de la Vesfalia, vivia un mancebo que habia dotado de la índole mas apacible naturaleza. Víase en su fisonomía su alma: tenia bastante sano juicio, y alma muy sensible; y por eso creo que le llamaban Candido.

Hasta que tuve catorce años, me criáron en un palacio al qual no hubieran podido servir de caballeriza todas las quintas de barones tudescos, y era mas rico uno de mis trages que todas las magnificencias de la Vesfalia. Crecia en gracia, en talento y beldad, en medio de gustos, respetos y esperanzas, y ya inspiraba amor.

Replicóle la marquesa con una amorosa sonrisa: Vm. responde como un mozo de Vesfalia; un Francés me hubiera dicho: Verdad es, Señora, que he querido á Cunegunda, pero quando la miro á vm., me temo no quererla. Yo, Señora, dixo Candido, responderé como vm. quisiere. La pasión de vm., dixo la marquesa, empezó alzando un pañuelo, y yo quiero que vm. alce mi liga.

Era el señor baron uno de los caballeros mas poderosos de la Vesfalia; su quinta tenia puerta y ventanas, y en la sala estrado habia una colgadura. Los perros de su casa componian una xauria quando era menester; los mozos de su caballeriza eran sus picadores, y el teniente-cura del lugar su primer capellan: todos le daban señoría, y se echaban á reir quando decia algun chiste.

Mejor tierra es esta, dixo Candido, que la Vesfalia; y se apeó con Cacambo en el primer lugar que topó. Algunos muchachos de la aldea, vestidos de tisú de oro hecho pedazos, estaban jugando al tejo á la entrada del lugar; nuestros dos hombres del otro mundo se divertian en mirarlos.

Con toda mi alma, dixo Candido, y la levantó del suelo. Ahora quiero que me la ponga, continuó la dama, y Candido se la puso. Mire vm., repuso la dama, vm. es extrangero: á mis amantes de Paris los hago yo penar á veces quince dias seguidos, pero á vm. me rindo desde la primera noche, porque es menester tratar cortesmente á un buen mozo de Vesfalia.

Es regular que este sea el pais donde todo está bien, añadia Candido, que alguno ha de haber de esta especie; y diga lo que quiera maese Panglós, muchas veces he advertido que todo iba mal en Vesfalia. Donde se da cuenta de lo que en el pais del Dorado viéron.

Palabra del Dia

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