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En llegando, se metió maese Pedro dentro dél, que era el que había de manejar las figuras del artificio, y fuera se puso un muchacho, criado del maese Pedro, para servir de intérprete y declarador de los misterios del tal retablo: tenía una varilla en la mano, con que señalaba las figuras que salían.

Don Quijote, Sancho, Dulcinea, Sanson Carrasco, los Duques, Clara, Dorotea, Lucinda, Cardenio, Altisidora, Maese Pedro, y tantos otros, no tienen antecedentes, y es menester buscarlos con fatigosa diligencia en los archivos, y revelar luego al mundo la interesante verdad de que todos estos personajes vivieron vida real, y fueron bautizados en tal o cual parroquia.

En resolución, ¡viva la andante caballería sobre cuantas cosas hoy viven en la tierra! ¡Vivan en hora buena -dijo a esta sazón con voz enfermiza maese Pedro-, y muera yo, pues soy tan desdichado que puedo decir con el rey don Rodrigo: Ayer fui señor de España... y hoy no tengo una almena que pueda decir que es mía!

-Pues yo -dijo el lacayo- soy temeroso de mi conciencia, y pondríala en gran cargo si pasase adelante en esta batalla; y así, digo que yo me doy por vencido y que quiero casarme luego con aquella señora. Quedó admirado el maese de campo de las razones de Tosilos; y, como era uno de los sabidores de la máquina de aquel caso, no le supo responder palabra.

El ventero y Sancho dijeron que así lo harían, y luego maese Pedro alzó del suelo, con la cabeza menos, al rey Marsilio de Zaragoza, y dijo: -Ya se vee cuán imposible es volver a este rey a su ser primero; y así, me parece, salvo mejor juicio, que se me por su muerte, fin y acabamiento cuatro reales y medio. ¡Adelante! -dijo don Quijote.

En cuanto a la ausencia de pasos, y a los ladrillos y la arena que no habían sido removidos, vuestros ojos son bastante parecidos a los de un insecto, maese Marner; estáis obligado a mirar de tan cerca, que no podéis ver muchas cosas a la vez.

Aquí alzó otra vez la voz maese Pedro, y dijo: -Llaneza, muchacho; no te encumbres, que toda afectación es mala.

-Ninguno nos lo podrá decir mejor que mi mono -dijo maese Pedro-, pero no habrá diablo que ahora le tome; aunque imagino que el cariño y la hambre le han de forzar a que me busque esta noche, y amanecerá Dios y verémonos. En resolución, la borrasca del retablo se acabó y todos cenaron en paz y en buena compañía, a costa de don Quijote, que era liberal en todo estremo.

No ha sido Jacobo Rodney quien ha hecho eso, maese Marner dijo el tabernero . No hay por qué sospechar del pobre Jacobo. Quizá hubiera que arreglar una cuentecita con él a propósito de una lucha o dos, si uno hubiera de estar siempre con los ojos bien abiertos y no cerrarlos nunca. Pero Jacobo ha estado toda la tarde bebiendo aquí su jarro de cerveza, como la persona más honorable de la parroquia.

Maese Pedro, que vio que don Quijote izquierdeaba y que volvía a su primer tema, no quiso que se le escapase; y así, le dijo: