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Os engañáis, barón, dijo Fenton, que miraba atentamente al cautivo. Dos veces he visto al de Trastamara y este hombre en nada se le parece. Pues entonces ¡por el cielo! juro volver ahora mismo al campo y traerme al rey, vivo ó muerto. Sería una temeridad inútil, barón.

Ya te he dado la escarcela, Roger, continuó impávida la baronesa, para evitar que tu señor se quede sin blanca desde los primeros días de marcha. Mucho cuidado con el dinero. Los borceguíes bordados de oro son exclusivamente para el día que el barón se presente á nuestro gracioso soberano, ó al príncipe su heredero, y para las reuniones de los nobles.

¡Princesa rusa! decía Alicia con desprecio . ¡Pero si en Rusia todo el mundo es príncipe!... Vale mas un simple barón inglés, un conde de Francia ó de España. Miguel no se mostró mas acomodaticio al sermonearle el coronel. No quiero saber nada de esa p... La princesa, en uno de sus saltos de humor, encontró muy justa la apreciación.

Pero antes de separarnos, entregadme, os ruego, uno de vuestros guantes, que lo quiero llevar al frente de mi casco en torneos y combates, como prenda de la mujer amada. Dejad, barón, que yo soy vieja y nada hermosa y los apuestos señores de la corte se reirían de vos si os proclamaseis paladín de tan pobre dama.... ¡Oid, escuderos! exclamó el señor de Morel.

En este punto de la situación económica, ya no entra por nada la fantasía del Barón. La pura verdad acude en su abono y le concede justa alabanza. El Barón es un prodigio de arreglo y de economía. No disimula su pobreza, pero tampoco la deplora. En los círculos más elegantes se presenta siempre con el decoro propio de su clase. No juega, ni bebe.

Pero descuidad, que la mitad de estos ducados que aquí llevo se la daré á mi madre y la otra mitad la agregaremos á los dineros que vos tengáis, para comprar el Galeón Amarillo que nos llevó á Burdeos y con él saldremos en busca del barón. ¡Buen Tristán! dijo Roger sonriéndose. Pero ¡ah! que si el barón viviese ya hubiéramos tenido nuevas suyas. ¿Qué villa es esa? preguntó poco después. ¡Romsey!

Iba tras él un sujeto alto y fornido, con luenga barba negra, llevando al hombro una maza claveteada que á intervalos alzaba sobre la cabeza del otro, amenazándole de muerte. ¡Por San Jorge, aventura tenemos! dijo el barón. Averigua, Roger, qué gente es esa y por qué uno de los villanos así amenaza y espanta al otro.

Dejando á su noble amigo y á los personajes de la ciudad congregados para el banquete, dirigióse el barón con su Guardia Blanca á la playa, donde comenzó rápidamente el embarque de hombres, caballos y armas en grandes barcas que los condujeron á bordo del galeón.

El Conde de Essex, joven, impetuoso, popular, favorito de la Reina Isabel, en asuntos de gobierno tenía balanceada la influencia por la circunspección de los Consejos del lord Tesorero Cecil, barón de Burghley, antiguo y experimentado Ministro.

El barón no es tan expedito: toma su copa, la sube a la altura de los ojos y hace frente ella una serie de muecas a cual más horrorosa; después la toca con el borde de los labios, vuelve a las muecas, vuelve a tocarla; por fin, después de largos ensayos y vacilaciones, se decide a apurarla.