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Actualizado: 16 de septiembre de 2024


Helvidio hace jurar al desdichado amante que, en caso de conseguir algún día la mano de Angélica, edificará en el paraje en donde se levanta la ermita una hermosa iglesia con un hospital para los pobres caminantes.

En el acto segundo aparece Doña Inés, vestida de hombre, en el camino de Toledo, á donde ella cree que ha huído su hermano, por residir en esa ciudad un pariente de ambos. Ve acercarse dos caminantes, y conoce que son su hermano y su criado. Don Luis, en efecto, había estado en Toledo; pero habiendo muerto su tío, había tomado la resolución de escapar á sus perseguidores disfrazándose en traje más humilde, y entrando al servicio del padre de la doncella, á quien había arrancado de manos del raptor. Inés lo sorprende hablando con su criado, mientras declara su pasión por la bella Angélica, por cuya causa, ya para estar á su lado sin estorbos, ya avergonzada de su disfraz, determina no darse á conocer de él, sino, al contrario, en cuanto le sea posible, permanecer como desconocida cerca de su domicilio. Se encamina, por tanto, á la aldea de la Sagra, y entra como paje en la servidumbre de Don Pedro, atraído también al mismo paraje por su amor á la bella Angélica.

Viendo su buena determinación, no quisieron los caminantes importunarle más, sino, tornándose a despedir de nuevo, le dejaron y prosiguieron su camino, en el cual no les faltó de qué tratar, así de la historia de Marcela y Grisóstomo como de las locuras de don Quijote. El cual determinó de ir a buscar a la pastora Marcela y ofrecerle todo lo que él podía en su servicio.

Los caminantes se diéron priesa á coger el oro, los rubíes y las esmeraldas. ¿Donde estamos? decia Candido: menester es que esten bien educados los infantes de este pais, pues así los enseñan á no hacer caso del oro ni las piedras preciosas. No estaba Cacambo ménos atónito que Candido.

Como una serpiente enroscada en una peña yergue la inquieta cabeza para acechar un nido lleno de pajarillos, el bandolero observa desde lo alta de la torre del homenaje: no se atreve á atacar á los montañeses en su valle, pero está seguro de sorprender y cautivar á los que se arriesguen por la llanura. El castillo del noble desvalijador de caminantes está hoy arruinado.

Finalmente despues de una conversacion no ménos grata que instructiva, llevó su huésped á los dos caminantes á un aposento, dando gracias al cielo que le habia enviado dos hombres tan sabios y virtuosos. Brindóles con dinero de un modo ingenuo y noble que no podia disgustar: rehusóle el ermitaño, y le dixo que se despedia de él, porque hacia ánimo de partirse para Babilonia ántes del amanecer.

Porque si lo son, comunicaré con ellos mis desgracias, y si no, no hay para qué me canse en decillas. Y, a este tiempo, habían ya llegado el cura y el barbero, viendo que los caminantes estaban en pláticas con don Quijote de la Mancha, para responder de modo que no fuese descubierto su artificio.

El mismo salió al encuentro á los dos caminantes, los hizo descansar en un aposento muy cómodo; y poco despues vino él en persona á convidarlos á un banquete aseado y bien servido, durante el qual habló con mucho tino de las últimas revoluciones de Babilonia.

Al nacimiento de las aguas acudían los espectros de los muertos para unir sus sollozos con los quejidos lastimeros de los árboles y el murmullo del agua al chocar con las piedras; era también el punto de reunión de las bestias salvajes, en donde por las noches el siniestro duende se emboscaba detrás de una breña para lanzarse de un salto sobre los caminantes y convertirlos en cabalgadura suya.

Y mientras duraba el almuerzo, unos indios, descalzos y en sus trajes de lona, puestos en tierra sus sombreros de palma, tocaban, bajo otro paradorcillo más lejano, dispuesto para ellos, unos aires muy suaves de música de cuerda, que blandamente templada por el aire matinal y la enredadera espesa, llegaba a nuestros alegres caminantes como una caricia. Adela solo reía forzadamente.

Palabra del Dia

jediael

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