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Bolívar volvió á Carácas, y haciendo que el gobernador político Cristóbal Mendoza convocase á las corporaciones, vecinos mas notables y, en fin, á todos los padres de familia, el 2 de Enero de 1814, en el convento de San Francisco, ante una inmensa concurrencia, dió cuenta de los actos administrativos de su dictadura y esperó el fallo del pueblo.

Viendo la excitación que su crimen había producido, se resolvió a abandonar la ciudad y emprendió viaje a Huancavelica, enterrando antes en la falda del San Cristóbal una parte de su riqueza. La esposa del intendente Solá era limeña, y a ésta se presentó el maestro Lucas ofreciéndole en venta seis magníficos anillos.

Nosotros en música profana no somos gran cosa, pero crea usted que España ha sido algo en autores religiosos.... Esto se sobrentiende que es si realmente existe música profana y música religiosa, que lo dudo; para , sólo hay música, y no cuál será el guapo que marque la separación, detallando dónde acaba la una y empieza la otra.... Tras esa pared del San Cristóbal duermen mutilados, con mortaja de polvo, los grandes músicos españoles.

Según antigua tradición, Marcilla fue a Teruel por el camino de San Cristóbal, y al llegar a los Arcos oyó que daban las once en una torre de la ciudad, e hincando espuela a su cabalgadura dijo a su escudero: «Camacho, perdidos somos

Mejor es que duerman. ¡Para oír lo que se canta en este coro! Ahí está Cristóbal Morales, que hace tres siglos fue maestro de capilla en esta catedral y veinte años antes que Palestrina comenzó la reforma de la música. En Roma compartió la gloria con el famoso maestro. Su retrato está en el Vaticano, y sus Lamentaciones, sus motetes, su Magnificat, duermen aquí olvidados hace siglos.

Dejaron, pues, a Granate en paz, y el marica cambió de conversación. Ahí vienen sus amigos, D. Cristóbal.

Pero ¿dónde está Rubio? ¿Dónde está el más terrible y feroz de todos ellos? No se sabe, mas al cabo de mucho tiempo sale de la espesura arrastrando consigo a Socorro, la más sentimental de las ondinas de D. Cristóbal. En los rasgos crueles de su fisonomía viene pintada la expresión del triunfo, y en los de ella la vergüenza y la sumisión de una cautiva.

Y no por esto quiero inferir que no sea loable este ejercicio del traducir; porque en otras cosas peores se podría ocupar el hombre, y que menos provecho le trujesen. Fuera desta cuenta van los dos famosos traductores: el uno, el doctor Cristóbal de Figueroa, en su Pastor Fido, y el otro, don Juan de Jáurigui, en su Aminta, donde felizmente ponen en duda cuál es la tradución o cuál el original.

¿Es posible que no haya usted visto la iglesia, ni el cuadro de Nuestra Señora de las Lágrimas, ni el San Cristóbal, tan hermoso y tan grande, con la gran palmera y el Niño Dios en los hombros, y una ciudad a sus pies, que si diera un paso, la aplastaba como un hongo? ¿Ni el cuadro en que está Santa Ana enseñando a leer a la Virgen? ¿Nada de eso ha visto usted?

En cuanto ven las escalas paradas se sublevan en uno u otro sentido, que eso es para ellos lo de menos, y ¡vengan empleos y cruces pensionadas!... Yo sostengo que mientras existan soldados no habrá tranquilidad en España. Pero, D. Cristóbal, ¿y si una nación extranjera nos atacase? El Jubilado dejó escapar una risita irónica y sacudió algunas veces la cabeza antes de contestar.