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Con decir que la jarana era de las llamadas de cascabel gordo, ahorro gasto de tinta. La zamacueca o mozamala es un bailecito de mi tierra y que, nacido en Lima, no ha podido aclimatarse en otros pueblos. Para bailarlo bien es indispensable una limeña con mucha sal y mucho rejo.

Lucía, sin advertir la turbación de su tío, siguió diciendo: Pero ¿qué digo á su familia? Á la misma Clara es posible que V. la conozca, sólo que ya no se acuerda. Cuando era ella chiquirritita, tal vez cuando ella nació, estaba V. en Lima. Clara es limeña.

Las mujeres de suyo son curiosas, y bastaba que les estuviese vedado entrar en claustros para que todas se desviviesen por pasear conventos. No había, pues, en el siglo pasado limeña que no los hubiese recorrido desde la celda del prior o abadesa hasta la cocina.

Se estableció en Lima el hospital del Refugio para mujeres, a expensas de Avilés y de su esposa la limeña doña Mercedes Risco, y se principió la fábrica del fuerte de Santa Catalina para cuartel de artillería, bajo la dirección del entonces coronel, y más tarde virrey, don Joaquín de la Pezuela. Con grandes fiestas se celebró la llegada del flúido vacuno.

Viendo la excitación que su crimen había producido, se resolvió a abandonar la ciudad y emprendió viaje a Huancavelica, enterrando antes en la falda del San Cristóbal una parte de su riqueza. La esposa del intendente Solá era limeña, y a ésta se presentó el maestro Lucas ofreciéndole en venta seis magníficos anillos.

Leonorcica Michel era lo que hoy llamaríamos una limeña de rompe y rasga, lo que en los tiempos del virrey Amat se conocía por una mocita del tecum y de las que se amarran la liga encima de la rodilla.

El abuelo y el padre de Evangelina acrecieron la herencia; y la joven se halló huérfana a la edad de veinte años, bajo el amparo de un tutor y envidiada por su riqueza. Entre la modesta hija del conde de la Monclova y la opulenta limeña se estableció, en breve, la más cordial amistad.

Peralta en su Lima fundada, y el conde de la Granja, en su poema de Santa Rosa, traen detalles sobre esos luctuosos días. El sentimiento cristiano atribuye la retirada de los piratas a milagro que realizó la virgen limeña, que murió dos años después, el 24 de agosto de 1617.

Se baila bien, con esa gracia de las mujeres americanas que no tiene igual en el mundo; las mujeres bailan mejor que los hombres. Me recordaban la limeña flexible como una palmera, con sus ojos resplandecientes y su ondulación enloquecedora. Se comprende fácilmente que los jóvenes se resistan a conformarse con la privación de esas fiestas tan gratas.

Habituados a jugar la vida a cada instante, a los triunfos fáciles en amor, al amparo de su maravilloso prestigio en América, el antagonismo no se concretaba a la reputación militar, sino que revestía sus formas más irritantes en el estrado donde la limeña hacía brillar sus ojos tras el abanico de encaje.