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Jacinta se inclinó para oír mejor. El miiii sonaba ya tan profundo que apenas se percibía. «Sácalos» dijo la dama con voz de autoridad indiscutible. Deogracias se volvió a poner en cuatro pies, se arremangó el brazo y lo metió por aquel hueco. Jacinta no podía advertir en su rostro la expresión de incredulidad, casi de burla.

Mil gracias. Hasta luego. Así que me hube lavado y aliñado un poco, viendo que aún no eran más de las cuatro de la tarde, salí a dar un paseo por la ciudad. No tengo para qué advertir que la idea que me embargaba totalmente en aquel momento era la de hallar y ver el convento o colegio del Corazón de María, donde tenía el mío prisionero.

Tiene usted razón, me pierdo.... Decía que Anita es una mujer de primer orden. ¿Ve usted qué hermoso es su cuerpecito que le tiene a usted hecho un caramelo? Pues cuando vea usted su alma, se derretirá como ese caramelo puesto al sol. Debo advertir a usted que para un alma buena no es más que un alma sana; la bondad nace de la salud. Es usted un poco materialista, pero yo no me enfado.

Esta misma táctica ha seguido siempre con todas las madres de los pasajeros que han ido á su cuidado, porque es de advertir que todas ellas han solicitado para sus hijos lo mismo que la tía Nisca para Andrés. Convengamos en que, en la imposibilidad de complacerlas, es muy recomendable esta manera de engañarlas á todas.

Y ahora oigan vuesas mercedes, amagando á comenzar, el brazo derecho levantado, los versos de la comediacuando todos á una voz le dijeron que lo dejase para más espació, y el huésped indignado, que sabía poco de filis, le volvió á advertir que no había de estar un día más en la posada.

Por lo común se interrumpía en mitad de su relato, después de advertir: "Pero ahora ustedes van a ver". Y quedaba como ensimismado, durante algunos segundos. Mi abuela, decía fue muy amiga de doña Remedios Escalada, la mujer del general San Martín, una señora distinguidísima, muy buena moza.

Porque es de advertir que Perucho tenía bastante de caco, y con la mayor frescura se apropiaba huevos, fruta, y, en general, cuantos objetos codiciaba; pero, con respeto supersticioso de aldeano, que sólo juzga propiedad ajena el dinero, jamás había tocado a una moneda.

Incomodaba mucho á los enemigos la posesion de este sitio, y le atacaron inmediatamente con tal impetu, que á poco rato fué preciso acudir con el socorro que pedian los defensores, mandando marchar las cuatro compañias de caballeria, con órden de hacer solo el ademan de querer subir hasta la cumbre, por si los rebeldes, al advertir este movimiento, acudian á defenderse, y desistian del ataque.

El autor merece alabanza por haber representado en ella costumbres españolas, y por haberle añadido rasgos aislados ingeniosos. Debemos, por último, advertir, que las obras del Arcipreste de Hita ofrecen el ejemplo más antiguo é importante del uso de la alegoría en la literatura española.

Y luego, ¡qué asco le producían los imbéciles que en aquellos salones al aire libre bailaban como monigotes, sin advertir que el gentío se divertía con sus saltos! En uno de aquellos pabellones estaría su hermano Rafael.