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El Reverendo P. F. Antonio Llenzor, Lector Jubilado y Guardián del Convento de Jesús, de San Francisco de Asís. El Reverendo P. Presentado Fray Juan Llobera, Comendador que fue del Convento de la Merced. El P. Gabriel Ferragut, de la Compañía de JESUS, Lector que fue de Teología y Calificador del Santo Oficio. A Catalina Bonnin, mujer de Rafael Augustín Pomar, alias Xotento.

Sólo veo un medio de salir de mi apuro: referir aquí con brevedad y tino, si soy capaz de tanto, la discusión que acaban de tener en mi casa dos señores que han venido á visitarme, y por dicha se han hallado juntos en ella. Es el uno, D. Valentín León y Bravo, capitán de caballería retirado, y el otro, el hábil diplomático D. Prudencio Medrano y Cordero, retirado también, ó dígase jubilado.

Yo creo que está usted muy exagerado, don Cristóbal. ¿Qué tiene usted que decir del capitán Núñez, que acaba de pasar ahora? ¿No es todo un buen mozo y una persona atenta y fina? Con un azadón en la mano estaría mucho mejor y sería más útil a su país murmuró sordamente el Jubilado.

El Reverendo P. Juan Cerdá, Lector Jubilado y Prior del Convento de San Augustín. El P. Fr. Vicente de Huesca, Predicador Capuchino. A Teresa Cortés, Viuda de Onofre Aguiló de Pedro. El Reverendo P. M. Fray Antonio Roig, Prior que fue del Convento de S. Augustín y ahora nombrado Provincial de Sicilia, Calificador del S. Oficio. El P. Jaime Ferriol, Lector de Teología de S. Francisco de Paula.

Haciéndole la partida de tresillo están los mismos personajes que ya conocemos. Saleta, el gran Saleta, cuyas mentiras siguen fluyendo de su boca suaves y almibaradas, lo cual le obligaba a relamerse amenudo. Faltó poco para que Lancia se viese privada para siempre de este magnánimo y divertido varón. Jubilado hacía tres años, fue a establecerse a su país, donde permaneció uno solamente.

Esta señora que llamaban en Vetusta la Regenta, porque su marido, ahora jubilado, había sido regente de la Audiencia, nunca supo la ardiente pasión del arqueólogo.

Todo se lo perdonaba de buen grado: que viniese borracho a las tantas de la madrugada, que le empeñase los pendientes, los cubiertos, hasta el capuchón de abrigo; lo que no podía sufrir era que se le viese entrar en casa de una perdida que vivía en la calle de Cerrajerías. Al decir esto la hija del Jubilado soltaba un torrente de lágrimas.

El Jubilado se repetía, manoteaba para dar nueva fuerza a sus argumentos, echaba fuego por los ojos. Manuel Antonio le dejaba irritarse con visible satisfacción. En aquel momento pasó cerca el grupo de los oficiales, que dieron las buenas tardes cortésmente. Todos contestaron menos D. Cristóbal, que se hizo el distraído.

El Reverendo P. Fray Francisco Estapoll, Lector Jubilado, de San Francisco de Asís, Calificador del Santo Oficio. El Padre Antonio Vallés, Catedrático de Prima del Colegio de Montesión de la Compañía de JESUS. El P. F. Pedro Aliaga, Predicador Capuchino. A María Forteza, Viuda de José Cortés. El P. Fray Mateo Horrach, Lector de Teología, Trinitario. El P. Fr.

El Doctor Miguel Amer, Catedrático de Prima en la Universidad. El P. Fr. Raimundo Mora, Lector de Vísperas en la misma Universidad, Dominico. El Padre Fray Nicolás Ferrer, Lector de Filosofía de S. Francisco de Paula. A Rafael Crespí Cortés, alias Billa. El Reverendo P. Fray Antonio Coll, Lector Jubilado y Exprovincial de San Francisco de Asís.