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Actualizado: 9 de junio de 2025


Triste, apesadumbrado, como un náufrago que después de clamar en vano en la noche vacía y negra, arriba a playa desconocida, así llegó Martí nuevamente a New York. Pero tuvo un consuelo, una medicina que de los más graves males cura al hombre: las ternuras y cuida dos de su esposa que allí lo esperaba y los besos de su amado chiquitín, el hoy coronel de nuestro Ejército. Sacudió sus lágrimas calladas, escondió sus penas hondas, y comenzó a trabajar en la tierra hostil y ajena. El conocer a los hombres, tanto como los conocía, lo hizo superior a todas las pasiones: de ahí que pudo, entre gentes que miden, que desdeñan, que empujan, que desprecian, que viven con el apetito desmesuradamente abierto, pasear su amable cultura y oceánica bondad, y sacar a puerto y con honra, su divina existencia. Veamos cómo se abrió paso en el pueblo áspero y extraño. No era él de los soberbios que se impacientan porque no le conocen el talento, aprisa, ni de los pobres de espíritu que porque los visite el dolor, languidecen y desmayan o se despedazan el cráneo; sino de los de enérgica voluntad y firme intento: de los que vencen. Las alturas se han hecho para subirlas: en lo más elevado de ellas, crece, casi siempre, el laurel que da sombra a toda la vida.

Las pendientes de la montaña son diferentes por el aspecto, el clima y la vegetación, pero tienen un fenómeno común, y es que al subirlas parece que se dirige uno á los polos de la tierra: si se trepa cien pasos más arriba parece verse transportado el viajero á cincuenta kilómetros más lejos del Ecuador.

El alcaide se metió por una estrecha puerta y por una escalera obscura. Doña Clara le seguía sin pensar en donde ponía los pies, acertando con los escalones y con las revueltas por instinto. Al fin se vió alguna luz en las escaleras, y al acabar de subirlas se encontraron en un corredor estrecho alumbrado por claraboyas, á cuyo fin había una puerta de hierro con tres cerrojos y tres candados.

Yo mismo navegué en canoas 324 leguas, desde la ciudad de San Pablo, en el Brasil, hasta la poblacion del Rio Igatimí, bajando por el Rio Tieté, que tiene 30 arrecifes y dos grandes saltos, la mayor parte de aquellos en que es preciso descargar las canoas, y saliendo al rio Paraná, que navegué 80 leguas aguas abajo, subí el rio Igatimí que tiene 16 ó 17 arrecifes, trabajosos de subir, y los mas de descargar las canoas y subirlas á la carga; y en dos meses llegué á aquella poblacion, con ocho canoas cargadas de gente y víveres.

Nació Barbarita Arnaiz en la calle de Postas, esquina al callejón de San Cristóbal, en uno de aquellos oprimidos edificios que parecen estuches o casas de muñecas. Los techos se cogían con la mano; las escaleras había que subirlas con el credo en la boca, y las habitaciones parecían destinadas a la premeditación de algún crimen. Había moradas de estas, a las cuales se entraba por la cocina.

Palabra del Dia

rigoleto

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