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Por fin llegaron al Empíreo, donde según Alfonso el Sabio, habitan los santos, los ángeles, los tronos y las dominaciones, todos ocupados en la perdurable alabanza del Señor.

Blanca flor de montañas Que en el azul empíreo se mece, Cuando surgen patrióticas hazañas Se multiplica y por doquier florece; Pero diz que se oculta y desparece, O se demuda roja, Cuando patria postrada se sonroja, Y vagan por las nubes sus raíces Lloradas por las musas infelices.

Sin duda que esto es muy bonito, pero no veo yo cómo ha de ser el medio para encumbrarse a la contemplación, primero de la belleza universal, donde se encierran y cifran todas las bellezas individuales, y después a la eterna y perenne fuente de la belleza creada e increada, en cuyas llamas arda nuestro espíritu como ardió Alcides en la cumbre del monte Oeta, y por cuyo fuego seamos arrebatados al empíreo como Enoch y Elías.

Desde el comienzo se pondría en ridículo el poema de Goethe, y se haría del empíreo la más ruin y bellaca caricatura. Es indispensable, pues, que sean guapas las actrices de tercer orden. Y aquí debo advertir que no basta para esto el cuidado de la junta directiva.

Y por eso tu estátua no erigieron, De pié, sobre marmóreo pedestal, Ni entonaron el himno funerario Los poetas en coro universal... Mas qué importan las pompas de la tierra Que no mira en su necia vanidad, Que mientras honra la corteza fria El alma noble en el empíreo está!

Soledad y fúnebre silencio reinaban en la fría y desierta amplitud del éter sin límites. Muy lejos, muy lejos de los hombres tenían que subir los coros celestiales para acercarse al primer móvil y descubrir el Empíreo. Así se atormentaba Morsamor con cavilaciones nacidas de vanidad atrabiliaria en que muchos después de él han caído y caen.

En una narración poética, que tal es cualquiera novela, aunque en prosa esté escrita, una mujer inmaculada, una santa, un ángel, no puede mezclarse en la acción sino a costa de los otros personajes; lo mejor es que aparezca, sin llegar con el extremo de su vestidura al lodo de la tierra, y acabe por esfumarse en el éter o por subir al empíreo. Sus pies apenas si deben tocar al suelo.

Y si en respecto del firmamento es la tierra como un punto, ¿cuánto será menor puntillo respecto del cielo empíreo? ¿Pues qué dejas, menospreciando el mundo, aunque fueses señor dél, sino un angosto nido de hormigas, por los reales y anchos palacios del cieloAquellas palabras del padre Fr. Diego de Estella traspasaron luminosamente su espíritu.

Yo le veia entre las vagas nubes que colora el sol que presta su matiz dorado á la primer sonrisa de la aurora; la armonía solemne, grave, dulce y pausada, que encanta los sentidos en la tarde serena de luz, de aromas y de cantos llena, era su voz; el rayo su mirada; el ronco trueno, el ruido de su carro que cruzaba el Empíreo; su suspiro la brisa; su espejo el ancho mar; su manto el cielo, y el sol esplendoroso su sonrisa.

Recordaría esos grabados encantadores en donde Lamartine, de cara al «empíreo», increpa al cielo por su ventura perdida; aquellas imágenes de Elvira, de pie en la barca, bajo la luna que entumece los corazones y los lagos.... Pero estamos seguros de que seduce y seducirá esta obra a cuantos nacimos en países románticos.