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Actualizado: 25 de junio de 2025


Una comedia de Antonio Coello, Yernos de naturaleza y aciertos de la fortuna, con licencia de 1634, se guarda en la Biblioteca del duque de Osuna. He visto representar esta comedia en España; pero como no la tengo á mano, no la recordaría suficientemente, si no hubiese recurrido al análisis, que hace de ella el escritor citado en La Revue des deux mondes.

Su charla bulliciosa, sus frescas carcajadas despertaban a los vecinos que aún yacían entre las sábanas, les hacían sonreir beatamente trayéndoles al recuerdo otros días de San Antonio cuando la juventud chispeaba también en sus ojos y en la copa de la vida aún no había caído ninguna gota de hiel. ¡Quién no recordaría en Sarrió alguno de aquellos viajes a la ermita en una mañana límpida y suave, con las piernas ligeras y el corazón mecido dulcemente en la esperanza de ver pronto al dueño adorado y pasar el día cerca de él!

Para mayor evidencia aún, acudamos a otra bella arte: a la escultura. Nadie me negará que aquel glorioso personaje que dio nombre a su siglo y que tenía tan claro entendimiento y tan delicado gusto, recordaría el Júpiter y la Minerva de su amigo Fidias, y todas las estatuas de nuestras plazas, templos y paseos le parecerían menos que medianas.

Subió al mezquino cuarto que le habían destinado y se dejó caer sobre el lecho llorando como un niño. «No, aquella señorita tan rica, tan hermosa, tan elegante, quizá no recordaría ya al pobre aldeano de la Braña, quizá se avergonzaría si le recordasen que había correspondido á su amor y en prueba de él le había regalado los cordones de su justillo

Me desprendí de sus brazos, con el corazón oprimido, y me alejé. En la mesa, esa misma noche, no cesé de mirar a mi primo, pues me imaginaba que me recordaría con una seña nuestro convenio secreto. Pero él no pensó en ello; sólo cuando todos se levantaron deseándose «buena digestiónme estrechó la mano de un modo muy particular, como nunca lo había hecho antes.

¿Me dirigiría a él y le recordaría nuestro conocimiento? Su abierta manifestación contra me hacía vacilar.

¿Fugaces?... ¡Qué disparate!... Precisamente es la sensación que por más tiempo se fija en nosotros. Estás equivocado: ¿a que no te acuerdas de algo de lo que oíste en la última temporada teatral? Posiblemente no podría repetirlo; pero si lo volviera a oír dentro de algunos años lo recordaría y asistiría imaginativamente a la escena que me rodeaba, la primera vez que lo escuché.

Aunque su tío Rafael le había asegurado que en durmiendo la mona recordaría la sagrada promesa que le había hecho, su inquietud no le permitía esperar con calma al día siguiente. Ansiaba que por cualquier medio recobrase la razón y con ella la conciencia de sus obligaciones.

Ella a su vez recordaría... Y las lágrimas de Lidia continuaban una tras otra, regando como una tumba el abominable fin de su único sueño de felicidad. Durante diez días la vida prosiguió en común, aunque Nébel estaba casi todo el día afuera. Por tácito acuerdo, Lidia y él se encontraban muy pocas veces solos, y aunque de noche volvían a verse, pasaban aún entonces largo tiempo callados.

El marido o el amante de una mujer muy bella, sabia o ilustre, queda mil veces peor que en la obscuridad si él es un cualquiera. En la obscuridad nadie le recordaría ni le nombraría, mientras que, en el caso que supongo gozaría, o mejor dicho padecería de ridícula e indeleble fama.

Palabra del Dia

rigoleto

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