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Actualizado: 22 de junio de 2025
En esta soledad, en medio de las selvas, á la faz de aquella masa de extraña arquitectura que surge repentinamente, imposible es no pensar en esas torres encantadas donde algunas bellas princesas duermen un sueño secular.
Es un criado de la corte que le confiesa haberlo robado por orden de una señora, que le ama; Don Gabriel pregunta quién es ella, y le contesta que una de las tres Princesas.
En opinión de este autor, los personajes de las comedias españolas sirven para autorizar la inmoralidad, porque no hay dama que no sea noble, bella y astuta; las de clase más inferior han de ser hijas ó hermanas de algún caballero principal; no faltan infantas ni princesas, y hasta reinas y emperatrices, y no sólo se enamoran apasionadamente en el teatro, sino que se muestran también algo ligeras.
Pronto se concertó y dispuso una fiesta y jira campestre a la que Morsamor, Tiburcio, el piloto, Fray Juan de Santarén, las dos princesas y el señor Vandenpeereboom fueron convidados.
Metternich y Talleyrand, por ejemplo, debieron sus mejores éxitos políticos a este género de tramitaciones, manteniendo el equilibrio continental, en unos casos, y concertando la paz, en otros, por medio de su «gancho» para unir princesas y reyes.
Habían estado tan dignas, tan severas, tan naturales, tan sin espantos o alharacas de hembra vulgar que es honrada o presume de serlo, como si hubieran sido dos duquesas o princesas que hubieran tenido el capricho de salir de noche a recorrer las calles y se hubiesen visto perseguidas, durante algunos minutos, por un lacayo mal criado y bastante vano para creerse seductor.
Haces bien en preguntarle, Miguel dijo Atilio . Tu «chambelán» es el hombre mejor relacionado de la Costa Azul. Conoce duquesas y princesas á docenas. Lo he visto comiendo en el Hotel de París con toda la vieja nobleza de Francia que viene á Monte-Carlo para consolarse de lo que tardan en volver sus antiguos reyes.
Las antiguas amigas de la princesa Lubimoff dieron al hijo una noticia inesperada. Su madre pretendía casarse con un señor inglés y había escrito al zar solicitando su autorización. Esta noticia sólo impresionó á Miguel Fedor. Los tiempos de la extravagante Nadina estaban muy lejos. Sus actos no producían eco alguno. Otras princesas jóvenes la habían borrado con aventuras todavía más ruidosas.
Y eran flores, flores bellas, las que mórbidas, y esbeltas, y rientes, arrastraban al claror de las estrellas y al sollozo de las aguas somnolentes, sus disfraces de princesas, de princesas refulgentes y de históricas marquesas, con magníficas diademas y con túnicas crujientes.
El teatro estaba perfectamente iluminado con toda clase de aparatos. Allí había desde la elegante araña de seis bombas de tulipán, alimentada con petróleo, á la modesta lamparilla que chisporrotea en la chireta de coco. Las reinas y princesas estaban irreprochables en cuanto á riqueza.
Palabra del Dia
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