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En vez de decirle: «Porque yo la adoro a usted, y sería para una horrible desgracia esa renovación que me arranca toda esperanza de ser algún día amado por usted», comencé a balbucir como un doctrino, concluyendo por decir una sarta de necedades que sólo al recordarlas me pongo colorado.

Hasta se comprende que los hubiese matado en aquel momento, porque la pasión ciega el espíritu... ¡pero delatarlos!... ¡Dios mío, qué indignidad!... Cualquiera diría que mi amor no era más que un deseo vanidoso de ser preferido... Y, sin embargo, no es cierto; yo la adoraba... La adoro todavía en lo profundo de mi pecho.

Adios, de nuevo os digo, sueños encantadores, Dejad en mis oidos de susurrar amores, Que aunque soñar es dulce, muy triste es despertar: Posaos sobre la almohada de la mujer que adoro, Llevadle algunas gotas de mi amoroso lloro, Para que en medio al sueño me pueda recordar!

Temeroso de que ese suspiro revelase algún drama doméstico, le dije: Supongo que U., en lo posible, será dichoso. Ah, señor, soy tan feliz como infeliz No comprendo.... Es muy sencillo. Adoro a mi excelente mujer y ella es muy buena y me quiere mucho. Pero tenemos la desgracia de no poder dormir juntos.

Esta existencia es lo único que hay en de real; lo demás es pura apariencia, y como ha nacido debe morir... Quiero vivir esta vida inmortal y libre; quiero conocer directamente la verdad eterna que se oculta detrás de este Universo. «La hora vendrá dice Jesús en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y aquellos que la oirán viviránLa hora ha llegado para ... ¡Oh , Dios eterno, al través del tiempo y el espacio y de todas las formas efímeras de la existencia te veo inmutable, infinito, única fuente de verdad y de vida, única luz en las tinieblas que envuelven nuestra vida temporal; te veo, te reconozco y te adoro!...

Su madre le adoró, como si estuviera engendrado mediante sacramento; pero las gentes del lugar, cuando niño, le miraron con lástima, cuando adolescente le mofaron y de mozo le escarnecieron. Cada vez que pasaba por la aldea una cuerda de presos, le decían las chicas: Juan, ¿será tu padre alguno de esos?

Hace más de dos años que vivo enamorado de usted, y, en vez de cansarme, cada vez me siento más ligado a usted, cada vez la adoro más perdidamente... hasta el punto de ser la burla de la población. Eso no se puede decir de antemano repuso ella, un poco conmovida por el fuego y la emoción que Flores había comunicado a sus palabras.

Yo les adoro; sueño con ellos, y me gustaría mucho ser su niñera. MARQU

Tuya... pero para siempre. Te quería antes, pero ahora te adoro... Por primera vez lo digo con toda mi alma. Rafael, impulsado por la dicha, tuvo un arranque de generosidad. Necesitaba darlo todo. ; mía para siempre. No temas entregarte, hacerme feliz... Me casaré contigo. En medio de su embriaguez vio cómo la artista abría con extrañeza sus ojos, cómo pasaba por su boca una sonrisa triste.

¡No lo creas, Lucía! exclamó el joven, dando a su exclamación mayor fuego del que le hubiera correspondido si no se hubiera tomado un poco de trabajo. ¡Te adoro... te adoro con pasión loca... frenética! Eres el único pensamiento dulce que anima mi existencia... Pídeme la vida, y me verás darla con alegría...