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Pero era forzoso acaballe, que can con rabia con su dueño traba. ¡Medrano ha sido el de la hazaña, de fijo! No fue Medrano. ¿Y quién? Yo iba solo por el monte, y al pasar cabe un hato de leña, vile venir corriendo hacia . De una buena cuchillada hícele rodar como un bolo. Luego hachele el pescuezo.

Encareciéronme tanto la vida de la farándula, y yo, que tenía necesidad de arrimo y me había parecido bien la moza, concertéme por dos años con el autor. Hícele escritura de estar con él y diome mi ración y representaciones. Y con tanto, llegamos a Toledo. Diéronme que estudiar tres o cuatro loas y papeles de barba, que los acomodaba bien con mi voz.

A la media legua, á la parte del S, topamos una rancheria á las márgenes del rio, que era de un indio ladino llamado Francisco: recibíome este indio con mucho agrado, á quien exhorté acerca de su reduccion: hícele presente nuestra santa ley; y me dijo, que su hermano Estevan, y él con el indio Mariano, querian reduccion en Mais Gordo.

Hícele mis acostumbradas caricias, por asegurarle de mi mansedumbre; écheme a sus pies, y él, con esta seguridad, prosiguió en sus pensamientos y tornó a rascarse la cabeza y a sus arrobos, y a volver a escribir lo que había pensado.

Encarecióme tanto la vida de la farándula, que yo, que tenía necesidad de arrimo, y me había parecido bien la moza, concertéme por dos años con el Autor. Hícele escritura de estar con él, y dióme mi ración y representaciones, y con tanto llegamos á Toledo. Diéronme que estudiase tres ó cuatro Loas y papeles de barba, que los acomodaba bien con mi voz.

Encareciéronme tanto la vida de la farándula, y yo, que tenía necesidad de arrimo, concertéme por dos años con el autor; hícele escritura de estar con él, y dióme mi ración y representaciones, y con tanto llegamos a Toledo. Diéronme que estudiase tres o cuatro loas, y papeles de barba, que los acomodaba bien con mi voz.

Oído esto, hícele varias preguntas acerca de su condición y la calidad de la casa, a las que satisfizo bondadosamente, diciendo que su esposo era portero en una oficina del ramo de la Guerra, y que con su sueldo y lo que el Sr. Juan de Dios les daba por su modesto pupilaje pasaban la vida pobres y contentos.

Ella se irritó y hemos estado enfadados una semana entera, con motivo de ese Gerardo, que la corteja sin ocultarse. Encontraba yo que ella aceptaba y hasta buscaba imprudentemente sus galanteos y que se comprometía. Hícele la observación y ella la tomó con altanería e impaciencia. La acusé de ser una coqueta y de hacer doble juego, y ella se indignó, por lo que cambiamos palabras crueles.

Hícele cuartos y dile por sepultura los caminos. Dios sabe lo que a me pesa de verle en ellos haciendo mesa franca a los grajos, pero yo entiendo que los pasteleros de esta tierra nos consolarán, acomodándole en los de a cuatro.

Si mi conciencia no dominara casi siempre en los arrebatos de la pasión, habría cogido a lord Gray y le habría arrojado al mar... Hícele luego mil preguntas, di vueltas y giros sobre el mismo tema para provocar su locuacidad; nombré a innumerables personas, pero no me fue posible sacarle una palabra más.